En las civilizaciones antiguas (a excepción de algunas como los indios apaches) se solía imponer nombres de acuerdo al carácter que demostraba el bebe al momento de nacer o con algún significado que rigiera su vida, esta tradición ha cambiado conforme los tiempos cambian, por ejemplo a principios del siglo pasado cuando mi abuelo nació en Alemania, se acostumbraba el ponerle el nombre con el cual se llamaba a todos sus tíos y parientes mas allegados, de manera que su acta de bautizo contiene 14 nombres, aunque al final solo se le llamaba por uno solo, hoy en día, y es mi opinión personal, se acostumbra mas el poner un nombre a un niño por el gusto del nombre de los padres y familiares allegados que el significado, carácter o bendición para el mismo niño, aunque no puedo asegurar que sea una regla.
Cuando Moisés en el antiguo testamento tuvo su primer encuentro cara a cara con Dios, tuvo la muy oportuna ocurrencia de preguntarle su nombre, a lo que Dios le respondió «Yo soy el que soy», o en otras palabras «Jehova», «Yahvé» ó «Yahwe» como prefiera usted escribirlo o pronunciarlo, con esto Dios dió a entender a Moises que su nombre es uno solo, sino que su nombre cambia de acuerdo al caracter y la bendición que derramará sobre aquellos que invoquen su nombre.
Habemos muchos que nos sentimos frustrados ante la injusticia, es decir, nos enoja y mas nos frustra el hecho de que no podemos hacer nada, ya sea porque preferimos no reaccionar cuando estamos molestos o bien porque ninguna de las cosas que se nos ocurre podríamos hacer son correctas delante de los ojos de Dios, lo siguiente que solemos hacer (y se lo digo por experiencia propia), es imaginarnos las 50,000 alternativas que Dios podría hacer en nuestra situación y le empezamos a hacer «recomendaciones» de como actuar, y solemos esperar que alguna de esas suceda en respuesta a nuestra «oración».
La realidad es que ni estamos orando, ni Dios responderá de acuerdo a nuestras «recomendaciones» o «sugerencias», ya que solo El tiene la verdadera visión de ambas partes de un conflicto y jamás haría algo por dar gusto a una de las partes, aun si fuera uno creyente y el otro no, Dios ante todo es justo, y esa justicia se traduce en que hace siempre lo correcto, no a nuestro entender y no a lo que pareciera «lógico», sino que lo hace de acuerdo a su palabra, de manera que se cumpla.
En nuestro afán por entender a Dios, pretendemos una y otra vez compararle con nosotros y querer hacerle como nosotros, cuando en realidad debiéramos aspirar a ser y pensar como El, por ello Dios en uno de sus nombres nos dio la garantía de que El es nuestra justicia, es decir, El se encargará de que lo correcto de acuerdo a su palabra suceda, El se encargará de hacer venganza si esta es necesaria, pero lo mas interesante, es que dentro de esa justicia se encuentra el hecho de que no nos hará saber como lo hizo, ya que jamás provocará en nosotros el gusto por la aflicción ajena, es decir, Dios nunca le mostrará lo que hizo en justicia si esto le provoca placer por ver a su prójimo afligido, mas bien, Dios podría mostrarle su justicia, siempre y cuando sepa que su corazón (el de usted y el mío) será movido a misericordia y sea capaz de imitar su amor (el de Dios) aun cuando esa persona objeto de nuestra misericordia haya sido quien nos haya ofendido o herido.
Por tanto, uno de los aspectos mas interesantes del carácter de Dios es que es nuestra justicia, aunque no siempre tengamos que saber los detalles de la misma.
La siguiente vez que usted esté sediento de justicia haga algo distinto, vaya a la presencia de Dios en intimidad, pero no solo vaya con Dios, vaya con Yahvé Tsidquenu (Traducido: Yo soy tu justicia) e invoque la justicia de lo alto y reciba justicia, como nunca antes lo había hecho.