Una de las cosas que mas me asombran de Dios es el amor que nos tiene, su amor va mas allá de darnos cosas buenas, va mas allá de rescatarnos de situaciones difíciles, va mas allá de respetar nuestras decisiones y dejarnos hacer como mejor nos parezca, aun cuando no sea lo mejor para nosotros, su amor va mas allá de dar la vida de su propio hijo (que es El mismo) por nuestro pecado, su amor es indescriptible, y una de las mas grandes características del amor de Dios es que es igual que El, esta SIEMPRE ahí, no se acaba y no tiene condición.
Es inaudito el hecho de que no podemos huir de la presencia de Dios, no podemos escondernos de su amor, no podemos evitarlo, lo que si podemos es «hacernos patos» o ignorarlo y no recibirlo pero el amor de Dios esta ahí, incondicionalmente, todo lo que tenemos que hacer el volcar nuestra mirada hacia el Padre, estirar nuestros brazos y buscarle, decirle ese Abba Padre que salga de lo mas profundo de nuestro ser para ser objetos de ese amor inigualable.
La cita de hoy nos recuerda precisamente eso, nos recuerda que ni aun si estuviéramos viviendo en una vida de pecado y desagradable ante los ojos de Dios, ni aun ahí dejara El de estar a nuestro lado y ni aun ahí dejara de amarnos, no importa la delicadeza de la situación en la que nos encontremos.
Obvio, no podemos, ni debemos de abusar de esa gracia, pero El esta ahí dispuesto SIEMPRE para atendernos, para darnos ese amor que necesitamos y ser el eje de nuestro cambio, lo interesante es que El no le pone medida a ese cambio, El solo quiere perfeccionarnos, no quiere cambiarnos ni transformarnos en otras personas distintas a las que ya somos, ya que eso significaría que Dios tendría que admitir que se equivoco!, y que nos creo imperfectos, lo único que sucede es que nos desviamos en el camino y que dejamos de lado algunos de los hábitos que nos llevan a bendición, pero no que nuestra esencia este corrompida.
El día de hoy quiero invitarle a reflexionar en cada momento en el que se haya sentido no escuchado por Dios, no amado por Dios, sin el derecho de estar en su presencia por que su conciencia le acusa, y después de ello lea el contexto de esta cita (Salmos 139:1-18) y vea que no ha habido ni habrá manera de esconderse de El ni de su amor, y vuelque su corazón a El, de manera que en este mismo momento deje usted de sentir esa soledad, ese desanimo o esa falta de derecho de estar en su presencia y siendo objeto de su amor.
Le invito a que sea amado como nunca antes por el Padre, por medio de los prodigios y la misericordia inaudita del hijo y los asombrosos efectos del Espíritu Santo, aprenda a vivir en todo lugar con El en su vida.