Hace días que Dios ha estado hablando a mi corazón acerca del propósito en nuestras vidas, me tiene por completo sorprendido con ello y me ha hecho reflexionar de gran manera sobre ello y le quiero compartir un poco de lo que ha pasado por mi mente y mi espíritu.

Las personas tenemos una inclinación a las comparaciones, para identificar lo bueno de lo malo pareciera que siempre tuviéramos que tener a 2 personas o 2 ejemplos de lo uno y de lo otro para poder hacer un juicio y poderlo entender, de cierta manera pareciera que tenemos que estar todo el tiempo lavando nuestra conciencia para poder estar tranquilos, y sentirnos en paz y a veces usamos esto como excusa para estar bien con Dios.

Amo platicar con las personas y aprender de ellas, aunque me duele aprender de ellas como es que nos engañamos a nosotros mismos en nuestra necedad, pues sabiendo en nuestro corazón lo que es bueno y es malo, nos aferramos a lo malo y pretendemos hacer un «trueque» con Dios a cambio de ciertas acciones como si le pudiéramos hacer un «favor» a Dios o si este necesitara de nuestra ayuda, le ha pasado?.

Hace unos días platicaba con una amiga con quien hablaba acerca de cómo su pasado afecta su futuro, no solo el de ella sino el de sus futuras generaciones y como es que hay que romper con cosas del pasado para poder vivir adecuadamente el presente y el futuro, y claro que no es agradable hurgar en el pasado y mucho menos si este es doloroso, y trato en su momento de sacar mil excusas para no hacerlo, hasta que se dio cuenta de que no hay de otra manera que apegarse a lo que dice la palabra de Dios al respecto.

Por tanto, con Dios no hay cosas intercambiables, ya que no nos llevan a nada de beneficio para nosotros mismos, ya que tampoco nuestra bendición es intercambiable, es una, es perfecta y es nuestra, esta en nosotros el cumplir con lo necesario para recibirla y simplemente disfrutar de ella.

Cuando hablamos del propósito de Dios para nuestras vidas, la mayoría de las personas llega a pensar en «dejar de hacer ciertas cosas», es decir a comparar su vida actual con el «debe ser» pero en el 99% de los casos ese «debe ser» es algo que alguien nos dijo y no algo que nos conste de parte de Dios y que lo hayamos leído o que El nos haya hablado a nuestro corazón, por tanto esa comparativa versus el famoso «debe ser» impuesto, ya nos es molesto, ya nos es una carga y ya no estamos tan dispuestos a hacerlo o a cambiarlo, lo cual nos hacer de cierta manera tener un rechazo para las cosas que creemos que son de Dios.

Y es cuando realmente queremos algo o necesitamos algo de Dios, pero no estamos dispuestos a cambiar ese algo que sabemos o mas bien sospechamos que nos impide recibir eso que anhelamos, es precisamente cuando tratamos de «negociar» con Dios y darle otro tipo de frutos que creemos le serán agradables a El, pero que en realidad no estamos seguros en lo absoluto, pero que a nuestra comodidad parecen mas que convenientes.

La verdad es que con Dios no hay ese tipo de intercambios, primeramente porque no es Dios quien nos impone yugos, nos juzga y requiere que cambiemos para que seamos bendecidos, eso es algo impuesto por la opinión de los demás, pero es cierto que hay que conocer a Dios para descubrir como  y que es lo que el requiere de nosotros para que seamos bendecidos y descubramos ese propósito y ese plan único y personal para nosotros.

Con Dios no podemos intercambiar nada, no podemos hacer mandas para «hacerle manita de puerco» y que nos conceda un favor, ni largas caminatas para asegurar una bendición, ni prometer dejar de hacer x o y cosa, mucho menos hacer labores altruistas para vernos «buenos» delante de El y conseguir su misericordia, esos son frutos de hombres, pero Dios requiere otro tipo de frutos, aquellos que vienen de lo intimo y mas profundo de nosotros, El requiere nuestro corazón y si simplemente le damos eso, tendremos todo lo que nuestro corazón pueda anhelar aun antes de pensarlo.

La cita de hoy nos enseña precisamente eso, no podemos dar frutos de acuerdo a nuestro entendimiento ya que solo nos impedirán recibir lo que necesitamos y no podemos hacer a veces la voluntad de Dios y a veces no, estamos destinados a hacer la voluntad de Dios y no la nuestra, conforme lo aprendamos, recibiremos de su mano, ¿ya esta listo para hacerlo a la manera de El y no a la suya?.

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