Hace unos días recibí un correo de Rene un gran amigo, quien en su correo me manifestaba la sensación de lejanía de Dios en su vida y de cómo las cosas no parecen ir como el las planeaba en el momento, y me atreví a escribir este devocional porque ciertamente es algo por lo que pasamos todos si no en una, en muchas ocasiones.

Solemos sentir que Dios está cerca de nosotros cuando recibimos su favor y cuando recibimos las cosas que pedimos y aun las cosas que no habíamos pedido, no sentimos amados y pensamos que todo está «mágicamente» bien, es como si de repente olvidáramos nuestra naturaleza pecaminosa y lugar del que venimos y eso es precisamente lo que Dios espera de nosotros que al arrepentirnos nos olvidemos de nuestro pasado, como El lo hace, pero siempre con el cuidado de que no nos vuelva a suceder aquello en lo que incurrimos.

Si no tenemos cuidado, llegara el tiempo en el que Dios no alejara su mano de nosotros, sino que dejaremos de experimentar esta llenura que sentíamos, no porque seamos malos o dejemos de hacer algo, sino por el simple hecho de que Dios no nos quiere estancados en el mismo nivel siempre, sino por el contrario, quiere que crezcamos, por lo que nos «mueve» el tapete para que no nos quedemos ahí estáticos, sino que le busquemos, que le conozcamos en todas las etapas, pero por lo general nos sucede que regresamos a buscarle como nos era rutina y nos frustramos porque no encontramos esa comodidad y ese confort al que estábamos acostumbrados.

La cita de hoy nos habla de eso, nos pregunta que es lo que nos separa de Cristo, y si nota usted hace mención de muchas características o situaciones que usted puede haber pasado, pero termina en prometernos que de todas ellas seremos más que vencedores, ya que para cada una de ellas Cristo es la solución, solo que no nos promete que El las traerá a nosotros, solo nos dice que El es la solución a ello, lo que será diferente es el lugar en donde lo encontraremos, por lo general estamos acostumbrados a que El nos encuentre y nos busque cuando no es así, somos nosotros quienes tenemos que estar donde El, para que así vivamos siempre bajo su sombra.

En los tiempos de la biblia, cuando el pueblo iba por el desierto en búsqueda de la tierra prometida, Dios se movía como columna de nube de día y columna de fuego de noche, y el pueblo acampaba cuando la columna se detenía y el pueblo avanzaba cuando la columna se movía, cada estación era un aprendizaje y una maduración nueva; Hoy en día no es distinto, solo que Dios no se mueve físicamente entre nosotros, al recibir a Cristo en nuestro corazón, nos ha dado un Espíritu que le discierne, para saber y entender cuando se mueve, con un solo objetivo, que seamos más que vencedores ante toda situación que nos venga de frente.

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