Este pasado fin de semana fui invitado a servir a un campamento de hombres y me encontré con cosas que siempre había visto pero jamas me había percatado que eran una barrera para ser bendecido y se lo quiero compartir.

Es una realidad el hecho de que no podemos evitar el pecar, nuestro enemigo esta ahí de constante tratando de hacernos tropezar y lo mas triste es que lo logra con gran frecuencia, pero lo mas impresionante no es que logre el que pequemos, ya que muchas veces ni siquiera nos dimos cuenta de como sucedió, lo que es inaudito, es que no hemos terminado de hacer algo cuando de inmediato esta acusándonos con nosotros mismos y con Dios, por ello tenemos una constante sensación de culpa y por ello podemos llegar a confundirnos y pensar que no podemos ir delante de Dios en la condición en la que nos encontramos.

La palabra de Dios nos enseña que donde hay mucho pecado, habrá mucha mas gracia y perdón de Dios (Romanos 5:20), por tanto, no es que no importe el hecho de que pequemos, pero si ya lo hicimos, lo que importa es la actitud que tomemos ante ello, es decir, hay quienes se alejan de Dios ante su situación pecaminosa pensando que Dios no quiere nada con ellos, pero no es así!, Dios ama a los pecadores, pero detesta al pecado, en otras palabras, siempre es un buen tiempo, mejor dicho es un excelente tiempo para acercarse a Dios, si nos damos cuenta de la dimensión del pecado en nuestra vida y con esa misma conciencia nos acercamos a Dios y le declaramos (a El directo cara a cara) nuestra situación, sera en ese momento que viviremos una de las experiencias mas asombrosas de nuestras vidas, el perdón, el verdadero perdón de Dios, aquel que nos pone el contador de nuevo en ceros y nos permite no solo empezar de nuevo, sino limpios completamente y con nuestro pasado enterrado en el fondo del mar, según declara la biblia.

la cita de hoy pareciera no tener mucha relación con lo que le escribo pero tiene mas de lo que se imagina, como le comentaba, me invitaron al campamento de hombres y en este campamento se llevo a cada uno de estos hombres a enfrentarse con el pecado, y a reconocer su calidad de impureza, wow, es impresionante ver a un semblante duro ablandarse ante darse cuenta de que tan pequeños somos después de que nos quitan nuestra coraza de orgullo, durante este tiempo tuve la oportunidad de orar por muchos de estos hombres y platicar con ellos, en su situación de estar avergonzados con ellos mismos y con Dios, agachaban sus cabezas y pedían perdón, pero lo particular era que a todos, si a todos les costaba el volver a levantarla, cada vez que hacíamos oración, ellos seguían avergonzados y no se daban cuenta que desde la primer ocasión que habían reconocido el  pecado de sus vidas y pedido perdón, habían sido perdonados.

Cuando pedimos perdón es porque reconocemos que hemos pecado y una de las cosas que hacemos de manera automática es el buscar la manera de como no pecar de nuevo y recuerdo mi propia oración y la de muchos decir «Señor, enseñarme como», le suena familiar?, pues Dios hace eso, cuando le buscamos hace como le pedimos, pone en su palabra luz a nuestros pies, pero solo para que nos levantemos, luego es nuestro trabajo el levantar la mirada y poder ver la lumbrera (entiéndase que una lumbrera da mucha mas luz) a nuestro camino.

Con esto me refiero a que en muchas ocasiones nos quedamos cortos con buscar a Dios, queremos que nos diga como y buscamos solo las pequeñas alternativas y salidas que nos muestren dar pequeños pasos, hay quienes leen la biblia solo cuando tienen necesidad y con una actitud de culpa, siempre volteando hacia abajo, con vergüenza, pero la palabra de Dios esta ahí para que levantemos nuestra cabeza, una vez que declaramos el pecado que había en nosotros, somos hechos libres, tenemos el derecho y la obligación de alzar la mirada y encontrar en la palabra la ruta completa que habremos de caminar.

Es mi intención esta mañana el que usted haga como estos hombres con los que pase el fin de semana, aprenda a levantar su cabeza, deje de solo ver las pequeñas señales a sus pies y deje que Dios le muestre en su palabra la ruta completa que ha de seguir, no solo para ser bendecido, sino para ser bendición a otros por ello.

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