Estamos ya en la segunda mitad del año y aunque pareciera que enero sucedió el día de ayer, han pasado ya 6 largos meses desde entonces y también han pasado 6 meses que muchos hicieron sus propósitos para el 2009, entre ellos adelgazar, enderezar sus finanzas, ahorrar, tener una mejor relación con sus familiares o con Dios mismo, pero lamentablemente para muchos esos propósitos se quedaron como solo eso y no por que piense yo mal de ellos, sino porque es común que suceda debido a lo que le voy a explicar:

Cuando nos damos cuenta que algo no está bien en nuestras vidas, nos da cierta vergüenza con nosotros mismos y quisiéramos cambiarlo de inmediato y es en ese momento cuando solicitamos la intervención divina de  Dios y queremos que nos ayude a eliminar esto, pero por lo general no sabemos cómo hacerlo así que solo lo pedimos o en el caso más extremo, tomamos medidas extremas las cuales no estamos siempre dispuestos a seguir y terminamos quebrantándolas nosotros mismos, en pocas palabras, hacemos las cosas sin un plan, sabemos la situación actual que tenemos y la que deseamos pero ignoramos el proceso entre ambas, ¡para llegar de la una a la otra!

Cuando dejamos un habito, costumbre o cualquier cosa que deseamos cambiar en nuestra vida, dejamos un hueco, el cual no sabemos con qué llenar y este mismo hueco nos va a estar recordando todo el tiempo aquello que estamos dejando de hacer, luego entra en nosotros la desesperación y por mucho que pidamos a Dios que nos ayude no entendemos por qué la situación no cambia! ¿Le ha pasado?

La cita de hoy nos habla de ello, nos dice que si pretendemos dejar atrás las malas actitudes, y la inmundicia que hay en nosotros, debemos implantar la palabra de Dios en nuestra vida, para que pueda así florecer, echar raíces y mantenerse firme dentro de nosotros, para que no nos suceda como en ocasiones anteriores y tenga un efecto permanente.

Hay personas que dicen sentirse más cerca de Dios cuando oran, pero generalmente es solo un efecto pasajero, por que el solo platicar con alguien que en realidad se desconoce es como charlar diariamente en el autobús de camino al trabajo con una persona a la que nunca le preguntamos su nombre, así mismo, la única manera de conocer quién es Dios y lo que tiene para nosotros es conociendo su palabra, para eso la dejo ahí, para expresar su carácter y permitirnos ver su corazón y sus motivos para amarnos a pesar de nuestra vida pecaminosa.

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *