Lo que a continuación les voy a redactar, es algo que hace días da vueltas en mi cabeza y en mi corazón, no me ha dejado descansar y siento la profunda necesidad de compartirlo por la gran manera de como me impacto.

Tengo la costumbre de comprar películas en DVD y como muchos de mis amigos se burlan, las compro para no verlas, y eso es en parte cierto ya que tengo poco tiempo para hacerlo, pero había una de ellas que tenia ya semanas que me venia a la mente y sentí la necesidad de verla, es acerca de la vida de Beethoven, no el perro, sino el famoso compositor, aquel que a pesar de sufrir de sordera mas del 50% de su vida, compuso obras musicales que hacen estremecer a cualquiera por su belleza, son un espectáculo auditivo, muchos deben de conocer su famosa 9a Sinfonía o Himno a la Alegría, la cual compuso ayudándose de laminas de aluminio que vibraban al tocar el piano y así distinguir las notas.

Beethoven fue conocido o apodado como el «monstruo» no por lo colosal de su obra sino por su carácter, muchos le consideraban soberbio y altivo, mas el no lo consideraba así, el decía que la música tenia que ser perfecta por que era el mejor método de comunicarse con Dios, de hecho, aseguraba que la música que el componía era inspirada directamente por Dios mismo, y la gran mayoría de sus composiciones iban dirigidas al Padre celestial.

En una parte de la película, el personaje de Beethoven hizo una referencia a su talento que impacto mi corazón y la voy a parafrasear : «Dios hace retumbar en mi cabeza aquello que otros solo escuchan como un susurro, yo escribo lo que escucho, solo que Dios me hizo sordo para que no me jactara de ello, a veces parece injusto que haciendo composiciones bellas, jamas las pueda llegar a escuchar».

Todos tenemos talentos, habilidades y dones que en su totalidad nos fueron otorgados por Dios, todos ellos con un propósito, el ser testimonio del Padre que tenemos, cada uno de ellos deben de ser usados para ser perfectos y agradables delante de El, pero siempre reconociendo que no es nuestro el merito de aquello que hemos llegado a hacer o a acumular, sino es parte de la gracia que Dios tiene para con nosotros.

A veces creo que todos deberíamos ser monstruos como Beethoven, que no nos conformáramos con la mediocridad, que buscáramos la absoluta perfección en todo, y que fuéramos sordos, para que una vez lograda la obra perfecta, le diéramos crédito de aquel que nos inspiro a realizarla y la complemento con el don que puso en nosotros para realizarla.

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