Estamos en una era en la que todo es más fácil de obtener, pero a su vez estamos acostumbrados a que obtenemos mucho y con poco esfuerzo, esto es a lo que nos ha llevado la sociedad, la tecnología, los avances médicos etc…. me sorprendía como en la TV ahora anuncian un medicamento que garantizado en un par de horas le quita el resfriado, otros que prometen reducir tallas de manera permanente en cuestión de horas, asombroso ¿no?
Hay cosas que están al alcance no de nuestra mano, sino de nuestra billetera, las cosas que tienen resultados rápidos, también tienen en común una cosa, sus resultados son efímeros y pasajeros, solo causan una satisfacción momentánea que a la larga nos puede generar una gran decepción o incluso una frustración.
La Biblia nos habla que los tiempos de Dios son distintos a los nuestros y que un segundo de Él puede ser como mil años para nosotros o mil años un segundo, El sabe que es lo que nos conviene, pero lo que nos conviene a largo plazo, ya que El espera que le acompañemos en la eternidad, por ello, nos prepara previo a nuestros momentos de tribulación para que podamos ejercer paciencia durante esos periodos y que podamos entender que lo que pretende es cambiar y renovar nuestro entendimiento, para que podamos crecer y tener abundantes cosechas de sus bendiciones.
Por ello la cita de hoy nos habla de que tenemos que tener paciencia a que los tiempos de Dios se den, así como el agricultor, y le pondré un ejemplo: muchos cuando estamos en aprietos económicos quisiéramos que Dios nos ayudara en ese instante a pagar nuestras deudas, pero como conoce nuestro corazón y sabe que si lo hiciera, en poco tiempo nos encontraríamos e la misma situación, El trabaja en nosotros, nos habla de distintas maneras para que aprendamos administrarnos y prepararnos como el agricultor a esperar el tiempo de lluvias, donde todo crece y da fruto.