La Biblia nos enseña que no por hacer grandes obras de caridad, o por alimentar a un sin número de hambrientos ganaremos el cielo, eso lo hacemos simplemente al momento de hacer una rendición ante Dios, reconociendo nuestros pecados, haciéndole nuestro salvador y asegurándonos que nuestro nombre quede inscrito en el libro de la vida, mas Cristo nos vino a recordar que tenemos que estar dispuestos a hacer como El, a dar nuestra vida por nuestros hermanos si fuere necesario, a que les amemos y les hagamos bien y con ello tocaremos el corazón de Dios.
La cita de hoy nos enseña que Dios tiene una memoria especial para esto, es decir que tiene un especial cariño y afecto para aquellos que cumplen con su mandato de servirse los unos a los otros, y no es solo asistiendo a los más necesitados económicamente o a los enfermos en los hospitales quienes deben de tener prioridad (según mi opinión personal), pero también a nuestros hermanos que necesitan consuelo, que necesitan amor, o simplemente un oído que los escuche, un hombro en quien apoyarse para desahogarse.
Por tanto esta mañana, la invitación es más bien un recordatorio, a asegurar su salvación, es decir a reconocer a Cristo como nuestro Rey y Señor y después conforme a su palabra, imitar las obras que El hizo, para agradar el corazón de nuestro Padre y disfrutar de su favor en pleno.