En los tiempos en los que vivimos se caracterizan por la comodidad en la que nos gusta vivir, es decir, ya todo lo hay express, todo lo hay a domicilio y todo tiene una versión light, es decir, siempre hay algo que haga nuestra vida mas fácil y sencilla aun cuando no sea lo adecuado para nosotros, y tendemos a acomodar todo a nuestro convenir.

Desafortunadamente así hacemos con Dios, hemos querido hacer de Dios un dios flexible, el cual se acople a nuestras necesidades, que nos ayude cuando lo necesitamos y que no nos pida mucho, finalmente «El es bueno y nos ama», con esta actitud ponemos en gran riesgo nuestras vidas, no solo las físicas sino la vida eterna la cual no alcanzaremos si llegamos a la presencia de Dios en pecado.

Cristo murió por nosotros en la cruz, pago por todos nuestros pecados, aun los que no hemos cometido, pero puso algunos requisitos para nosotros para poder ser acreedores a esa salvación, primeramente el que de labios le reconozcamos como nuestro salvador, segundo, que aprendamos a vivir en santidad, y no solo para que lleguemos a su presencia al final de los tiempos, sino para que podamos vivir el reino de los cielos aquí en la tierra y no solo para nosotros, sino alcanzar a las multitudes.

Para Dios es igual un asesino que un mentiroso, lo cual quiere decir que no importa nuestro pecado, por cualquiera de ellos corremos el riesgo de morir, primero espiritualmente e incluso físicamente, por tanto debemos de estar alimentando nuestra vida constantemente del Espíritu de Dios para que podamos recibir la dádiva de la vida eterna y alejarnos de aquello que nos pone en peligro.

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