«Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga» (1 Cor. 11:23-26).

¿Cuán importante es la Cena del Señor?
¿Una ceremonia? ¿Un ritual? ¿Costumbre religiosa? La Cena del Señor ha sido celebrada por la iglesia desde el principio de ésta y resulta su práctica tan importante que el Señor Jesús dejó instrucciones precisas al respecto; de hecho, Pablo no fue instruido por Jesús en los días de la carne de Jesús, sino después de su resurrección; lo cual demuestra lo trascendental de su participación. No es sólo un recuerdo, sino que encierra misterios espirituales con aplicaciones de vida. La Cena del Señor es más que un ritual de conmemoración, es la revelación de la obra expiatoria de Cristo en la cruz, además de la santificación del Cuerpo después de la resurrección; y su participación tiene más bendición que sólo recordar, es vivificar a la iglesia.
Te explico.
El apóstol Pablo tuvo que escribir una carta a los corintios para corregir conflictos internos muy graves que éstos enfrentaban; no sólo estaban divididos, sino que además había entre ellos pecados aún peores que los no creyentes. ¿Y que medicina les da el apóstol para sanarlos? ¿Cuál es el antídoto?
Precisamente, la Cena del Señor en el amor cristiano.
El propósito de esto es llegar a discernir qué es y cómo funciona la iglesia como Cuerpo de Cristo, a fin de recibir vida en vez de castigo (1 Cor. 11:29). El asunto es recibir, vivir y trasmitir la revelación de Cristo viviendo en los creyentes. Pablo dice: «Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado». La religión es ritualista por tradiciones; no importa cómo esté el hombre mientras celebre sus ceremonias religiosas; pero la vida cristiana se basa en la revelación de la vida. Los corintios celebraban la Cena del Señor sosteniendo conflictos entre ellos. Pablo les dijo que eso no era celebrar la Cena del Señor. Sino lo contrario (1 Cor. 1:10-11; 1 Cor. 3:1-3).
Sin embargo, es importante no confundir a los hermanos carnales con los falsos hermanos. Los falsos hermanos parecen ángeles de luz, pero dividen el Cuerpo, mientras que los hermanos carnales a veces parecen inconversos por su falta de dominio propio, están bajo la carne y no bajo otro espíritu, ¡pero son cristianos, así que debo amarlos!
Cristo no nos enseñó religión, sino vida. Si algo le molestaba era que los judíos religiosos parecieran muy espirituales, pero carecieran de amor. Debemos recibir la revelación de la Cena del Señor y transmitirla fielmente a la próxima generación. Revelación que no es costumbre, sino amor y compañerismo cristiano en el Nombre de Jesús.
La revelación de la Cena Señorial se define a partir del Señor Jesús. El centro es el Señor, la Cena es del Señor. Nos reunimos a comer su cuerpo y a beber su sangre, por decirlo así; similar a la primera vez, cuando comieron el cordero durante la Pascua para salir de Egipto.
No nos reunimos a ver qué partido está ganando (recordemos que unos decían «yo soy de Pablo, otros yo soy de Cefas, y algunos más fingiéndose más espirituales aseguraban ser de Cristo con indiferencia a sus hermanos). ¡Eso es mutilar el Cuerpo de Cristo!
Come a Cristo y no te escandalices con su Cuerpo.
Cuando los judíos oyeron a Jesús acerca de comer su Cuerpo se escandalizaron y se fueron.
Cuando Juan el Bautista dudó de si Jesús era o no el Cristo, el Señor dijo: «bienaventurado el que no halle tropiezo (escándalo) en mí». Hay hermanos que tropiezan con el Cuerpo al dudar de si su hermano es o no es el Cuerpo de Cristo.
Por todo esto es que debemos recibir la revelación de la Cena del Señor. ¿Qué es la Cena del Señor?
La Cena del Señor es la entrega de Jesús: «la noche que fue entregado». Jesús amó a la iglesia y se entregó por ella, dice Efesios 5:25. De modo que debes amar la iglesia y entregarte por ella. Suena injusto que Cristo se diera por los pecadores, pero en eso se basa precisamente el evangelio.
La Cena del Señor es la gratitud de Jesús: «…tomó pan;
 y habiendo dado gracias, lo partió». ¿Puedes comer lo que simboliza tu muerte? Jesús estaba dando gracias por el pan que representaba su cuerpo partido por nosotros; debemos estar dispuestos a dar gracias a Dios por el Cuerpo de Cristo que en ocasiones nos cuesta la muerte del yo. Los corintios y nosotros debemos tomar el pan a pesar del dolor que esto signifique; el pan es la iglesia, el Cuerpo de Cristo: «…tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí». Si no lo haces por ti ni por el hermano, entonces hazlo en memoria del Señor. Comer el pan es más que echarse un trozo de harina sin levadura al estómago, ¡es recibir a tus hermanos!
Algunos dicen que no lo pueden tragar, pero lo tendrán que tragar. ¿Por qué? ¡Porque si no es así, no hay pacto ni sus beneficios!
La Cena del Señor es el Pacto de Jesús: «Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre». Una vez que comes el Cuerpo puedes participar de la sangre; pero si no perdonas a tu hermano tus ofensas, tampoco tú serás perdonado (Mat. 6:14-15). «Si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7). ¿Estás o no en el Pacto de Cristo? Los corintios tenían que definir su relación horizontal para no estropear su relación vertical.
Por eso es que repetimos una y otra vez la conmemoración de la Cena; la idea es asimilar la revelación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo para disfrutar al Señor: «haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí».
Un día preguntó Pedro a Jesús cuántas veces debía perdonar a su hermano, tú conoces la respuesta: ¡sin número! Día tras día amaremos y mantendremos la paz. La comunión cristiana implica que habrá muchas oportunidades para afinar el amor de los hermanos. Celebramos la Cena, pero celebramos la comunión. De nuevo repite el Señor que lo hagamos en memoria de Él. Si no te es suficiente tu propio beneficio ni el de tu casa; y si tampoco es suficiente el valor de la iglesia para mantener la unidad, ¡entonces hazlo por Él!
Come el Cuerpo de Cristo en lugar de comer prójimo…
Enfócate, ama a tu hermano, con esto estás anunciando el evangelio de forma práctica: «Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga». Anunciar la muerte del Señor puede hacerse doctrinalmente mediante predicaciones y enseñanzas; también a través de representaciones como la Cena del Señor; pero existe una manera más alta de anunciar la muerte del Señor, la cual consiste en que hallamos muerto a nosotros mismos y amemos a los hermanos. Cuando el mundo mira a los hermanos unidos cree en Jesús (Juan 17:21, 23). La unidad de la iglesia anuncia que la obra de Cristo proviene de Dios y es una realidad. Debemos anunciar la muerte del Señor hasta que Él venga; ¿no te dice nada esto? El Señor vendrá y su galardón con Él para dar a cada uno conforme a sus obras. Curiosamente basará mucho del juicio en qué hicimos con los hermanos más pequeños.
La próxima vez que celebres la Cena del Señor, hazlo con el mayor amor posible a la iglesia.

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