¿Alguna vez le han ofendido? ¿O herido?, me imagino que al igual que a un servidor lo han hecho muchas veces, y en muchas de estas ocasiones le he preguntado a Dios que hacer con mi enojo o con mi desilusión ya que las personas solemos reaccionar de maneras distintas a las ofensas y heridas.
He visto como muchas personas llegan incluso a culpar a Dios de su desventura haciendo reclamaciones como «¡¿Dios por que me haces esto?!»y otros que lo hacen de una manera mas sutil diciendo «Dios sabe por que hace las cosas», pero pocos se han puesto a pensar que en Dios tenemos al verdadero consuelo y solución a nuestro sentir, que es el único que nos puede realmente consolar, pero para ello tenemos que tener una intimidad con El.
Muchas personas cuando han sido ofendidas o heridas lo primero que hacen hablarlo con cuanta persona se topan, pareciera que la lastima de otros les reconfortara, hacen todo tipo de expresiones y comentarios con los demás, pero temen ir en privado delante de Dios ya que su conciencia les habla y les reclama que no todo lo que están haciendo es correcto ni todo lo que están diciendo es cierto, pero si en vez de buscar la opinión favorable de las personas, nos tomáramos el tiempo de ir a la intimidad con Dios y desahogar nuestro corazón con El, seriamos objeto de la sanidad de corazón mas profunda jamás experimentada, de pronto nos daremos cuenta que Dios ha sanado nuestros corazones y que somos incapaces de sentir el dolor, ya que no existe mas.
Cuando Cristo partió de esta tierra nos prometió que nos dejaría un consolador, el Espíritu Santo, le invito a este día a que se ponga en contacto con El, dígale lo que verdaderamente siente, llore si es necesario, pero no se pierda la oportunidad de ser consolado por el amor de Dios, aprender el perdón que se desprende de este consuelo y la libertad de saber que cada herida u ofensa son pasajeras.