Por alguna razón tratamos todo el tiempo de agradar a Dios de la misma manera que lo hacemos con los hombres en la tierra, por medio de la teoría del esfuerzo, es decir, creemos que lo que recibiremos de parte de Dios es directamente proporcional a la cantidad de esfuerzo que le pongamos a nuestro ejercicio de fe, pero en realidad las cosas con Dios son completamente distintas.
En la Biblia hay 2 conceptos que deben de revolucionar nuestra manera de entender a Dios y se los quiero compartir, probablemente ya los conozca, pero no quiero dejar de compartírselos:
El primero de estos conceptos es la misericordia, y esta tiene que ver con el hecho de que no recibamos aquel castigo que merecemos a causa de nuestro pecado es decir el que no muramos a causa de nuestra manera de ser y que tengamos todos los días la oportunidad de expresar la naturaleza de Dios.
El segundo concepto y el que es mucho muy difícil de entender para muchos es la gracia, la cual nos lleva a recibir todas aquellas cosas y el favor de Dios que no merecemos a causa de nuestro pecado, pero ojo, no es que Dios quiera darnos cosas “lindas» y agradables porque nos ama, sino que gracia tiene que ver con el hecho de que Dios quiere poner en nuestras manos el poder de su Espíritu para que expresemos su naturaleza (la de Dios) que no es otra cosa que la famosa semejanza de la que habla Génesis 1:26.
Ahora bien podemos entender por gracia el hecho de que Dios nos haga parte de un corporativo, es decir de una empresa que no se detiene, que cada día crece y que tiene por objetivo el conquistar al mundo para prepararlo para la venida de Yeshúa (Jesús), y es por eso que somos esenciales en ese corporativo y beneficiados por esa gracia inmerecida para hacer un gran papel como hijos y representantes de Dios en esta tierra.
De modo que Dios nos usará en cosas que en realidad pudieran parecer absurdas a los ojos de muchos, pero que son un reflejo claro de lo que sucede en el Reino de los Cielos y que es cotidiano allá donde Dios habita, donde los conceptos cambian de acuerdo a su naturaleza, es decir donde conceptos como “milagro” tienen que ver con la manifestación de Dios y no con hechos sobrenaturales y esporádicos que suceden en la tierra, donde no tenemos que esforzarnos por ser “buenos” sino que vivimos constantemente conectados con Dios a causa de esa gracia que Él nos dio.
Por tanto podemos entender que seremos tan usados por Dios como nos atrevamos a ser expuestos a esa gracia, la cual no tiene requisitos sino un corazón dispuesto a ser parte de algo más grande que una persona en sí y que quiera ser parte de un corporativo espiritual el cual persigue el establecimiento del Reino de Dios, el cual solo sobrepasa los asuntos limitados de esta tierra y se traduce en abundancia de todo aquello que refleja a Dios, salud, armonía, prosperidad y el famoso dominio propio que identifica según la Biblia a los que amamos a Dios.
Si lo nota, no tenemos absolutamente nada que perder, pero debemos de sabernos perdonados a causa del efecto de la cruz, para primero recibir misericordia y que no tengamos que pagar el precio de nuestro pecado y luego entender que no fuimos rescatados en vano, sino con un propósito claro y tangible que tiene que ver con el entendimiento del Reino que no es otra cosa que un estilo de vida glorioso como el que Dios planeó para nosotros, y que tiene que ver con la manera que Él vive y Reina.