El amor de Dios es una de las cosas más emocionantes que existen y sobre todo lo es cuando nos atrevemos a entender ese amor como Dios lo entiende, es decir, cuando nos atrevemos a ser amados por Dios cómo Él ha decidido hacerlo y cuando dejamos que ese amor tenga su efecto tal como Él lo planeó.
Hay cosas y asuntos que son de Dios y que vienen de Dios que en muchas ocasiones no entendemos del todo, sin embargo tienen que ver con la manera que nos ama, por ejemplo, no vemos a Dios pues su palabra nos revela que si viéramos a Dios en la condición de nuestro corazón, simplemente moriríamos, pues para poder estar en la presencia de Dios (estamos hablando de Dios Padre), necesitamos de la santidad absoluta y la pulcritud tanto física como espiritual.
La perfección y la limpieza absoluta nos es imposible de alcanzar, a menos que decidamos ser perdonados y lavados por medio de la sangre de Yeshúa (Jesús), por tal podemos entender esa declaración que hace el mismo Yeshúa (Jesús) que solamente por medio de Él llegaremos al Padre, es decir nos es necesaria la comunión con el Hijo, para poder entrar a la presencia del hijo.
Pero interesante suficiente es el saber que el Hijo a su vez habita a la diestra (a la derecha) del Padre, de modo que tampoco le vemos, Él mismo nos lo dejó dicho en la cita de hoy de modo que tampoco vemos a Yeshúa (Jesús) pues no es Él quien habita en esta tierra.
Pero entonces, qué hay de ese Dios que promete estar en todo lugar?, qué hay de ese Dios que habita en medio de nosotros?, la respuesta es más simple de lo que imagina, el que habita en todo lugar es el Espíritu Santo, con quien muy pocos han tenido una relación y con quien muy pocos han decidido hablar.
La persona del Espíritu Santo es aquella persona que tiene la labor de hablarnos, pero no nos habla de cosas lindas y que nos “convienen” sino que es la persona que nos habla del poder de Dios y que hará que seamos llenos de Él para que por medio de ese poder, seamos esos embajadores del Reino de los Cielos de lo que tanto habla la Biblia.
Pero como siempre, tiene una condición, el Espíritu de Dios ó el Espíritu Santo no nos van a llenar de poder porque nos ama solamente, ni porque quiere beneficiarnos ó bendecirnos como muchos creen, el papel del Espíritu de Dios es revelarnos a Cristos, es decir nos quiere revelar que en todo momento y todo lo que hagamos tiene el propósito de Cristo que es el amor para poder gobernar la tierra.
Es por eso que el evangelio de Juan es tan emocionante, imagínese, estaba Juan el Apostol en su exilio y le es revelado el final de los tiempos, el Apocalipsis y cuando se da cuenta por medio del Espíritu de Dios que todo el Apocalipsis no era otra cosa más que la revelación de Cristo, decide escribir el evangelio de Juan, pues todo tenía sentido y todo concordaba, siendo este el último de los libros de la Biblia que se escribió.
Por tanto podemos entender un par de cosas interesantes, primeramente, que no podremos tener acceso a Dios Padre sino por medio del Hijo, pero lo más interesante es que el Hijo nos tiene que ser revelado por el Espíritu Santo y para ello necesitamos nacer de nuevo de acuerdo a como nos enseña la Biblia, y sabe por qué es todo esto?, sencillo, Dios nos ama tanto que no pretende que nos perdamos ninguno de los aspectos de su amor, de modo que necesita que tengamos contacto íntimo con el Padre, col Hijo y con el Espíritu Santo, para que podamos amar tal como Él ama y seamos un verdadero reflejo de Él.
De modo que debemos de perseverar en nuestra comunión con el Espíritu de Dios hasta que nos muestre y nos revele al hijo y dejemos de tener una relación religiosa con Dios y nos entendamos rescatados y comprados por amor y podamos en el entendimiento de que no lo merecemos entrar en la gloriosa presencia del Padre de constante y experimentar a Dios tal como Él lo planeó.