Curiosamente las personas pretenden enderezar sus asuntos relacionados con la fe con el simple hecho de “ser buenas”, es decir el “portarse bien” y el hacer “algo” por los demás, y sin darse cuenta entran en un peligroso juego con su consciencia, pues todo el tiempo están pensando en lo que consideran que es bueno y sobre todo que puede ser percibido por las personas a su alrededor (ya que es lo que funciona más rápido) y lo que verdaderamente quieren y piensan, que terminan haciéndolo en lo oculto como si Dios no las viera.
El detalle es que lejos de que esto pudiera estar bien ó mal, pasan por algo un detalle importante, están queriendo resolver un asunto espiritual por medio de un método racional, ó bien, pretenden resolver por medio de un acto natural, algo que es completamente sobrenatural y por eso sus resultados son constantemente efímeros y pasajeros, así de simple.
Es por eso que el desánimo, la culpa, el enojo y todas esas cosas que acontecen en nuestra vida de fe regresan de manera recurrente a nosotros, pues no hemos terminado de entender que para resolver un asunto de fe, necesitamos del Espíritu de Dios a quien Yeshúa (Jesús) nos prometió que nos sería un consolador y un abogado.
Es por eso que nos es tan necesario el conocer la Biblia, pues es ahí donde está ejemplificado cuando los hombres dejaron de hacer las cosas en sus propias fuerzas y decidieron primeramente confiar en Dios y segundo el invocar el poder de lo sobrenatural, que no solamente resolvería su situación, sino que transformaría sus entendimientos, para hacer de aquello que pudiera parecer simple, un efecto eterno.
Dios tiene una manera especial de hablar, y no va a descansar, hasta que sea su palabra, su verdad, su entendimiento el que trascienda en nosotros, Dios no necesita que hagamos, sino necesita que creamos, el que nos aferremos a su palabra y perseveremos hasta verla cumplida en nosotros, le comparto que de manera personal hay muchas cosas que en mi día a día parecieran imposibles, sin embargo Dios ha dicho completamente lo contrario y trae e mi mente y a mi corazón el Salmo 46:10, que reza “estén quietos y observen que yo soy Dios…” y es aquí donde tenemos que separar lo racional de lo espiritual.
Para quienes quieren “entender” esta palabra, se quedan con el “estén quietos” y se sientan a esperar, pero para quienes esperan que les sea revelado lo que Dios pretender hacer, necesitan ir a la intimidad y encontrarse con Dios y no dejar de preguntar y no dejar de insistir hasta que nos sea revelado quien es Dios, primeramente en nuestra vida (no por el lugar que le hayamos dado, sino en el lugar donde Él pretende estar) y segundo en la situación en que nos encontramos, eso marcará la radical diferencia.
La Biblia tiene cientos de adjetivos que describen a Dios, pero también estos están descritos en momentos y pasajes específicos, que narran el contenido de cada uno de ellos, es por eso que nos es importantísimo el conocerlos, para conocer quien es Él y que nos quede claro no en nuestra mente, sino en nuestro corazón el lugar de privilegio que tenemos cuando Dios nos da acceso a su presencia, pues así no tenemos que pasar por una serie de requisitos, sino por medio de la gracia de lo inmerecido, de modo que podamos resolver primeramente los asuntos espirituales, por medio del Espíritu de Dios y segundo, los asuntos terrenales, también por medio del Espíritu de Dios, así habremos logrado ser verdaderamente espirituales y vivir de acuerdo al estándar de Dios, algo que en nuestras fuerzas nos habría sido por completo imposible, pero que es completamente inevitable por medio del Espíritu de Dios, lo había pensado?
A eso es lo que se refiere la cita de hoy a darle a cada quien su lugar, pero no en nuestra mente, sino en nuestro corazón y en nuestra forma de vivir, así daremos honra a Dios como lo merece y podremos ser testimonio para muchos de cómo se vive espiritualmente.