Existe un principio de fe que no podemos evitar, pero que si lo tomamos de la manera equivocada nos puede causar muchos problemas y dolores de cabeza, sin embargo si lo tomamos de la manera adecuada, le puede dar una gran libertad a nuestra manera de vivir y de entender el Reino de Dios.
Es principio es muy sencillo: somos incapaces de dejar de pecar y Dios lo sabe.
Si observamos la Biblia con detenimiento, nos daremos cuenta de 2 cosas, la primera es que el pecado es la condición de este mundo, es decir, nos es necesario pecar para poder permanecer en el mundo, de lo contrario moriríamos e iríamos a la presencia de Dios, y la segunda es que Dios siempre supo que nos era imposible dejar de pecar (pues Él nos creó) y por ello planeó a su hijo y su sacrificio en la cruz para que pudiéramos ser salvos y limpios por medio de Él y dependiéramos de nuestra intimidad con Él para poder seguir adelante día a día.
Cómo le decía, este principio nos puede ocasionar muchos dolores de cabeza si no lo aplicamos de manera sabia a nuestras vidas, pues el saber que no podemos dejar de pecar, no nos da la libertad de pecar mucho menos nos permite vivir con una consciencia de pecado, no!, todo lo contrario, eso nos exhorta a perseverar en lo bueno y a vivir con una consciencia de perdón y agradecimiento, en donde llevemos por medio del Espíritu de Dios una mentalidad que nos recuerde en todo momento que hubo uno, aquel que no pecó, quien lo dio todo por nosotros para que caminemos con libertad de saber que hay un abogado, que no le es necesario defendernos, sino recordarnos que no existe acusación alguna de parte de nuestro adversario que tenga validez alguna en contra nuestra, es decir está para defendernos de nosotros mismos y de nuestra manera de pensar más que de nuestro entorno y las cosas que nos pudieran acosar.
De modo que tenemos esa deliciosa libertad de venir día a día delante de Dios y recibir el perdón (obvio si nos arrepentimos auténticamente) y saber que cada noche podemos dormir no con la consciencia tranquila, sino con la pureza de Cristo en nosotros y cada mañana no podemos solo empezar de nuevo sino continuar en el plan perfecto de Dios.
Una de las cosas que he aprendido y basado en el principio de que nos es imposible dejar de pecar es que nuestro pecado deja de ser el mismo y deja de ser repetitivo cuando dejamos de entendernos a nosotros como pecadores y al llevar auténticamente delante de Dios cada una de nuestras faltas, pues cuando Dios limpia y perdona algo, lo hace para la eternidad, de modo que no podemos dejar de pecar, pero no pecamos en lo mismo y sabe para qué nos sirve eso?, para entender que nuestra vida es más imperfecta de lo que creíamos pues vamos viendo día a día cuantas faltas hay en nosotros, más allá de los pecados que siempre teníamos en mente.
Cada vez que llevamos delante de Dios nuestro pecado y practicamos el genuino arrepentimiento que se basa en la idea de no volverlo a cometer, más que en el hecho de sentirnos mal a causa del pecado, Dios nos perdona, pero a la vez cauteriza esa parte de nuestro corazón para que no volvamos a cometer ese pecado en específico nunca, y cuando eso sucede, caminamos en una nueva dimensión y con una nueva consciencia, es ahora que entiende la necesidad del auténtico arrepentimiento.
Así también dejamos de hacer de Yeshúa (Jesús) un personaje idílico y entendemos su papel delante del tribunal de Dios, donde hace efectivo el sacificio que llevó a cabo hace más de 2,000 años y demuestra que no hay acusación válida en contra nuestra y nos permite salir de ahí renovados, con una nueva consciencia y con la capacidad de enfocarnos en nuestro propósito y el Reino de Dios como parte de nuestra prioridad.
Ya lo ve?, no es que necesite usted ser bueno ó buena para agradar a Dios, sino necesita ir a visitar su abogado y tener una conversación profunda con Él acerca de lo que está pasando en su corazón.