Hace poco escribí una reflexión que titulada “con melón ó con sandía” pues tenía la intención de invitar a las personas a tomar una decisión acerca de tomar partido a favor de las cosas del Reino de los Cielos en vez de hacerse parte de los procesos terrenales ó bien de ser víctimas de las circunstancias que al parecer no podemos controlar ó en las que no podemos influir.

Y sabe, llevo semanas meditando en ello, pues muchas veces solemos orar y pedirle a Dios que haga cosas en nuestra vida, empezando por cambiar nuestro carácter, pero en realidad nada de eso que pedimos y nada de eso que contemplamos como parte de la obra de Dios es siquiera real, pues cada vez que pedimos que haga y que transforme ciertas cosas, invalidamos lo que está escrito y prometido por Él en la Biblia y adicionalmente a esto le restamos valor al efecto de su sangre que nos limpia y nos pone en condición no de recibir sino de manifestar el Reino.

Con esto le quiero decir que el problema que sufrimos aquellos que nos decimos hijos de Dios pero no se nos nota es un problema de identidad, no sabemos quienes somos y no sabemos para que seríamos otra cosa diferente a lo que somos actualmente y por ello vivimos en esa constante crisis y no tenemos claro qué es lo que sucederá mañana y nos pasamos la vida diciendo “si Dios quiere” sin tomar en cuenta que Él ya quiso, tanto y al grado de que dio su vida por nosotros y nos dejó una garantía por escrito para que recurriéramos a ella en cuanto flaquearemos.

Una de las cosas que más me impactan es que estas promesas y estas garantías están escritas en la Biblia desde el libro de Génesis, y cada una de ellas tiene un alcance, una condición y un propósito, todo lo que nos hace falta es conocerlas, creerlas y tomarlas como propias, así de sencillo, pues hay promesas que pareciera que fueron escritas para el día de hoy y muchas de ellas sucedieron antes de la venida de Yeshúa (Jesús).

Como muestra, un botón, la cita de hoy nos da una garantía de vida por encima de las circunstancias, nos deja ver que como hijos de Dios no estamos sujetos a las cosas externas y que nuestro éxito depende de lo que hay en nuestro corazón y no alrededor nuestro y no se trata de ser positivo y no se trata de ser alguien determinado, sino de ser verdaderamente dependientes del Espíritu de Dios, pero sobre todo conscientes de la identidad que Cristo ha puesto en nosotros.

No le emociona?, piénselo de esta manera, ni Trump, ni el precio de la gasolina, ni el tipo de cambio del peso vs el dólar y ni aún la vida política de su país podrá hacer mella en lo que Dios tiene planeado para usted, siempre y cuando persevere en ser una persona justa, y eso no significa otra cosa que conocer la palabra y cumplirla tanto como podamos y donde no podamos, vayamos y lo reconozcamos delante de Dios y confiar en que Él así como prometió, pondrá en nosotros el querer como el hacer (Filipenses 2:13).

Por tanto no es un asunto de creérnosla, sino un asunto de practicar una identidad que para muchos pareciera ajena y que para muchos pareciera lejana, pero que es parte de algo que Dios dijo claramente acerca de nosotros y que pretende cumplir, solo es que decidamos hacerlo parte de nuestra vida y no solo tomarlo como responsabilidad de parte de Dios, así de simple.

Pues de qué sirve la sangre de Cristo si nadie recurre a ella?, de qué sirven las promesas si nadie persevera en ellas, para qué está Dios ahí si a las personas no les interesa tener una relación con Él, sino solo el beneficio que éste les proporciona?, eso nos pone en una situación poco ventajosa, pues la bendición no fluye en quien no está preparado para recibirla, no se ha puesto que la promesa que dice que Dios no nos dará cargas más pesadas que las que podamos soportar aplica en ambos sentidos?, hay personas que no tienen la identidad necesaria para recibir lo bueno, administrarlo y multiplicarlo, sino que solo tomarían lo que viene de Dios y lo mal gastarían, así de simple y es por eso que no reciben en algo que no solo es promesa, sino que está garantizado para aquel que decide ser justo.

Así que le invito a pensar en esto, quiere usted los beneficios del Reino ó está usted dispuesto ó dispuesta a ser parte de un Reino que no se acaba, para lo segundo necesita perseverar en una identidad celestial, la cual ya le fue garantizada, solo le toca saber de qué se trata y pedirla, sabiendo que esta llegará tan pronto como usted abra su corazón para ello.

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