Cómo he mencionado desde el inicio de esta serie, la principal intención del Espíritu de Dios es cambiar nuestra manera de pensar, para que nuestra manera de actuar cambie por consecuencia, y es justamente por eso que Dios hace mención de temas tan interesantes como el de la cita de hoy.
Si lo pensamos detenidamente, nuestra oración tiene que ver más con pedir todo el tiempo que con relacionarnos ó con hablar con Dios y en ocasiones pareciera que no importa cuanto nos dé Dios, siempre tendremos algo más que pedirle y si hacemos de esa manera, corremos el riesgo de perdernos la oportunidad de ser parte del plan y del Reino de Dios así como Dios lo planeó desde un inicio.
Piense que aquel que es parte de la casa, no tiene necesidad de pedir, pues entiende que todo lo que hay en la casa le pertenece, por tanto toma y cada vez que tiene oportunidad, simplemente multiplica lo que fue puesto en él ó ella y sabe que de la misma fuente (su corazón) siempre emanarán mas recursos para generar más, por tanto nunca habrá escasez.
Una de las capacidades más importantes de cualquier hijo de Dios es el producir y por consecuencia el dar, y es en el producir en el que debemos de enfocarnos, es en el saber que de nuestro interior siempre brotará un método creativo de hacer las cosas y de cómo entender lo que es la intención de Dios en cada situación, en la que no tenemos manera de enfocarnos en lo que no hay y que nos falta, sino la oportunidad de dar gloria a Dios cuando expresemos su naturaleza puesta en nosotros.
Es por eso que Dios nos describe como ladrones en la cita de hoy, pues así nos comportamos, siempre estamos viendo la oportunidad de tomar algo para nosotros, sin importar si lo merecemos ó no, pero no vemos como parte de nuestra dinámica el compartir, menos el producir ó el dar.
De hecho lo difícil es que en nuestro proceso de fe veamos a alguien más que a nosotros mismos, y es ahí donde empieza lo interesante, Dios anhela que veamos la necesidad a nuestro alrededor, de modo que nos veamos como responsables de hacer un cambio y que seamos junto con Él los protagonistas de que nuestro entorno sea cambiado y restablecido a los estándares celestiales del Reino de los Cielos, donde no se cubren necesidades de manera mediocre ni limitada, sino donde nuestro dar, provoque la misma naturaleza en los demás y muchas otras personas adopten nuestra manera de pensar (provocada por el Espíritu Santo) y de actuar.
Si verdaderamente fuéramos humildes empezaríamos por admitir que nada merecemos, de modo que dejaríamos de pedir cosas a Dios todo el tiempo, y entonces tendríamos una constante consciencia de quienes somos y cuando hiciéramos así, empezaríamos a escuchar a Dios y con ello sería desatada en nosotros esa identidad que es capaz de hacer como el amo de la parábola de los talentos, de recoger donde no hemos esparcido y de cosechar donde no hemos sembrado, es decir, haremos como Dios hace, sacaremos abundancia de la nada y dejaremos de depender de que alguien más tenga la iniciativa y seremos el factor de cambio, seremos cabeza que guía y no cola que sigue, tal como la Biblia lo promete, pero no nos hemos atrevido a creer ni a hacer.
Por tanto, dejemos de ser ladrones, dejemos de robarle a Dios las cosas que siempre ha tenido no solo la intención de darnos, sino de entregarnos como parte de nuestra heredad y aprendamos que nuestro papel va mucho más allá de “ser bendecidos”, recuerde que la promesa de Abraham iba mucho pero mucho más allá, Dios le dijo “te bendeciré y serás bendición”, sino caminamos con la vista puesta en lo segundo, no sucederá lo primero.