En ocasiones me llama mucho la atención el cómo las personas se imaginan que es Dios ó cómo es que Él hará algo en sus vidas y curiosamente en la mayoría de los casos, las personas creen que sucederá de afuera hacia adentro, es decir que Dios quien está afuera, traerá algo de otro lugar y lo pondrá en nuestra vida, como si tuviese la necesidad de agradarnos ó como si fuera incapaz de sacar algo bueno de nuestro corazón.
En otras palabras, solemos vernos y sentirnos tan ajenos y tan lejanos de Dios que caemos en un juego donde constantemente nos descartamos a nosotros mismos y a la vez pretendemos merecer cosas “buenas” pues tratamos de no sentirnos mal con nosotros mismos y nos engañamos pensando que unas cuantas cosas no tan malas sustituyen lo que en realidad si está mal en nosotros.
Pero la verdad dista mucho de eso, ya que en realidad no importa si somos buenos ó malos, si merecemos ó no merecemos, lo que verdaderamente importa es que Dios tiene un plan y que aunque parezca ridículo y tonto, nos es necesario pecar y nos es necesario estar en una mala condición para que podamos ser objeto de la sangre de Yeshúa (Jesús) y ser regresados a nuestro estado natural (a su imagen y semejanza) y luego vivir de acuerdo a esa naturaleza, aún cuando no lo merezcamos y aún cuando debiéramos recibir exactamente lo contrario.
De modo que cuando nos queda claro que no es por mérito propio, debemos aprender a entendernos parte de un plan que Dios orquestó en la eternidad y del cual no es que podamos ser parte, sino que nos es inevitable serlo, ya que es parte de nuestra identidad y propósito.
Ahora si, teniendo claro que somos parte de un plan, debemos de empezar a funcionar como Dios funciona, donde a la vez como Él hace, todo sale desde nuestro interior, y debemos de funcionar como Él funciona, donde todo lo que habrá de suceder tendrá primeramente lugar en nuestro corazón y segundo saldrá de nuestra boca y será hecho pues somos nosotros los responsables de transformar nuestro entorno y no nuestro entorno el que nos transforme a nosotros.
Y es ahí, justo en ese momento que dejaremos de pretender que las bendiciones vengan de afuera y desde lejos y es justo en ese momento que nuestra identidad y nuestra semejanza a Dios serán las que desde nuestro interior nos harán poseedores de la tierra en la que habitamos y entendamos que no están ahí sólo para nuestro beneficio, sino que tenemos responsabilidad de tomar de ella y multiplicarla para la gloria de Dios.
Puesto de otra manera, esto quiere decir que haremos como los siervos de la parábola de los talentos, que multiplicaremos los talentos que Dios nos dio, porque Dios entendió que nos hemos visto y entendidos a su imagen y semejanza y que podrá venir a pedirnos cuentas de acuerdo a nuestra capacidad de entendernos similares a Él, de modo que entre más estemos dispuestos a hacer y transformar, más recibiremos en nuestras manos.
No le parece increíble?, antes pedíamos y decíamos “si Dios quiere”, ahora administramos tanto ó tan poquito como estamos dispuestos a dar, a transformar y a expresar en nuestra identidad espiritual, entendiendo que aún la capacidad de producir es ajena, pero viene desde dentro de nuestro corazón, ahí donde habita Dios, no desde un lugar ajeno y oculto.
Es por eso que Dios habló a Abraham en el pasaje de hoy, le llevó a lo alto de un monte y le mostró la tierra que le rodeaba y le dijo (en otras palabras) tanto como estés dispuesto a transformar, poseer y cuidar te será dado, si quieres ser de poca influencia, recibirás poco, pero si estás dispuesto a trasformar al mundo entero, el mundo entero te será entregado.
Por tanto medite en ello, no será que no tiene usted mayor influencia porque no se siente ó no se visualiza como parte de un plan perfecto, porque no alcanza usted a visualizarse usted a la imagen y semejanza de Dios, ó porque simplemente pretende pasar por alto el valor y el efecto del enorme sacrificio de Yeshúa (Jesús) en la cruz y hacer por méritos propios de modo que sólo se limita a su alcance humano e ignora su potencial espiritual que le viene de Dios y que ciertamente está depositado en su corazón?, será que en vez de subir al monte junto con Dios, es usted de los que prefiere esperar abajo y creer que el mundo es para otros que son “especiales” ó escogidos?
Yo honestamente espero que sus respuestas a estas preguntas sea “no” y que entienda que todo lo que necesita es identificar a Yeshúa (Jesús) dentro de su corazón de modo que cada día le haga un mejor y más grande espacio dentro de el, hasta que sea el único habitante dentro de ese precioso lugar y que ese habitar de Yeshúa (Jesús) en usted sea tan intenso que a su entorno le sea imposible el no dejarse transformar por lo que usted habla y dice de parte de Dios.