Existen 2 grupos de personas que me preocupan, que son aquellas por las que oro y hago mucho de lo que hago día a día, pues espero que un día salgan de alguno de esos 2 grupos y puedan verdaderamente disfrutar de su relación con Dios.

El primero de estos 2 grupos es aquel donde se encuentran esas personas que viven en el constante estrés, que por más que se esfuerzan, no ven claro y viven en una constante emergencia, sus relaciones personales están en constante conflicto, sus finanzas van y vienen y pasan su tiempo preguntándose donde está Dios, pensando que este está enojado con ellas ó que simplemente no es para ellas el vivir una buena vida.

Estas personas aseguran constantemente tener fe y dicen creer en Dios, pero tienen los ojos más puestos en sus situaciones que en Dios, tienen problemas grandes, pero oran a un “dioscito” y lejos de sentirse amadas, están buscando causar lástima a Dios para que les de aunque sea “algo”.

El otro grupo es completamente opuesto, está compuesto por aquellas personas que viven en mi personal opinión en una nube, dicen ver a Dios en todos lados, agradecen cada mañana por el amanecer, aseguran que Dios está con ellas y todo lo que no sucede es porque Dios “por algo” hace las cosas, pero en realidad no tienen mayor empeño ni por conocer a Dios ya que aparentemente “Dios es amor”, ni por conocer su palabra, ya que la Biblia es un libro “manipulado” por los hombres y en cuanto empiezan a hablar de ello, todo lo bueno y agradable que había en su hablar se torna seco y áspero.

Obviamente estoy polarizando estos dos grupos de personas, y estoy destacando solo los esenciales de su personalidad, pero sabe, lo preocupante de esto es que ambos grupos tienen una relación con Dios en donde Dios en realidad no tiene cabida, pues no piensan en Él como una persona, no tienen una relación con Él y todo se trata más de lo que Dios pudiera darles y hacer por ellas ó del cómo Dios las hace sentir, pero en realidad tienen solo una relación unilateral con su propio concepto de quien es Dios.

Esto se lo digo, porque lo primero que deberíamos de considerar cuando hablamos con Dios ó cuando nos acercamos a Él, es el entender cómo es que Dios nos ve, para que de ahí se desprenda todo lo que habremos de hacer en su presencia, y de esto es de lo que quiero hablarle un poco.

Dios Padre es soberano, es majestuoso, es imponente, pero sabe, también es intolerante al pecado, su santidad es tal, que cualquier impureza en nosotros delante de Él nos haría morir, es por eso que no podemos pretender ser solo “seres humanos” y mucho menos imperfectos y entrar en su presencia, eso nos aniquilaría de inmediato.

Dios mismo entiende eso, y es por eso que nos envió a Yeshúa (Jesús) para que éste nos rescatara de nosotros mismos y de nuestra forma de vivir, esto incluye nuestros propios pensamientos acerca de quien es Dios, de modo que el Padre nos ve por medio del cristal del Cristo, el que no solo nos limpia de pecado, sino nos hace absolutamente perfectos, lo había pensado?

De modo que si nos entendemos perfectos delante de Dios y nos entendemos en su constante presencia, nuestra manera de vivir no puede ser más que perfecta, donde todos los días crecemos, donde todos los días tenemos un mayor entendimiento y donde cada vez que tenemos un encuentro con Dios, somos transformados de regreso a su imagen y a la capacidad de expresar su naturaleza (semejanza).

Es en ese momento donde los problemas, la mala suerte y todo lo que aqueja a las personas del primer grupo dejan de existir, pues es donde lo imposible no solo se convierte en posible, sino que va más allá, se convierte en inevitable, pues la Biblia nos promete que el bien y el favor de Dios son cosas que nos persiguen (Salmos 23:6) a causa de nuestra manera de vivir y nuestra constante visita a la presencia de Dios.

En cuanto al segundo grupo, la fantasía se acaba y entran en una condición de servicio, pues entienden que Dios no hace “por algo” las cosas, sino que entienden su propósito de parte de Dios, y el propósito que tiene en cada situación y en cada circunstancia y se hacen parte activa del Reino de Dios.

Es por eso que me emociona la cita de hoy y nos dice que Dios no pretende discriminar a nadie y tampoco lo hace menos, pues el cristal del Cristo por medio del cual nos mira nos hace perfectos ante sus ojos y nos llena de su favor, de su confianza y de su propósito, no hay persona sin propósito específico delante de sus ojos y nos da un plan para vivir una vida gloriosa justo ahí donde nos sembró y nos puso a ser parte de lo que Él previamente y desde la eternidad pensó.

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