Para muchos una señal es evidencia de la existencia de Dios ó bien de su atención a nuestro ruego ó petición y muchas personas se atreven a basar su fe en estas señales, de hecho pareciera que no pueden creer sin la presencia de las mismas y cuando ven ó dicen creer recibir una de estas señales se aferran a ella mucho más allá de lo que pudieran creer en Dios ó confiar en Él.
Curiosamente, Dios nos enseña en su palabra que las cosas son exactamente al revés y que lejos de que Dios nos de señales, las señales son algo que nosotros provocamos y es algo que viene a consecuencia de nuestra fe, pues las señales son la evidencia de que conocemos a Dios, de que creemos en su palabra y de que tenemos fe, así de simple como se escucha.
Si lo piensa detenidamente, las señales pudieran ser un distractor, pues si nos enfocamos en ellas, dejamos de ver a Dios, y es más importante que nos enfoquemos en Dios que en las señales que nos pudiera dar, sin dejar de ver que la Biblia nos deja muy claro que no será así.
Existen algunas versiones de la Biblia que describen esta parte del pasaje como “señales milagrosas”, eso nos quiere decir que es parte de nuestro papel el hacer milagros y no esperarlos de parte de Dios, ya que hemos sido designados como sus representantes en esta tierra y como una extensión de su Reino, esto nos quiere decir que no es para nosotros que Dios actúa, sino por medio de nosotros, somos nosotros el vehículo de las cosas que Dios hará, siempre y cuando creamos y decidamos vivir de acuerdo a lo que creemos (para ello habrá que bautizarse), si lo nota, es una condicionan.
Esto no es como si fuera un requisito que avale nuestra capacidad de hacer las cosas ó que se nos permita, sino la correcta consciencia de quien es Dios y de nuestra identidad como sus hijos y no como sus bastardos como solemos comportarnos en ocasiones.
Dios lejos de ser un Dios de requisitos y condiciones es un Dios de orden, pues es el orden el fundamento de la bendición, cuando aprendamos a encontrar y establecer ese orden, la bendición será algo cotidiano en nosotros, dejaremos de subir por las cosas que no sabemos si sucederán ó Dios hará, y empezaremos a caminar firmes con la consciencia de que serán las señales las que confirmen nuestra adecuada fe y nuestra adecuada identidad a la imagen y semejanza del Dios vivo.