Es interesante pensar que muchas personas no toman los asuntos de Dios en serio pues al parecer no pasa nada!, es decir, aún cuando no conocen a Dios, aún cuando deliberadamente pecan y aún cuando hacen lo que sus conciencias les dictan que está mal, en apariencia no pasa nada y viven vidas llenas de justificaciones y excusas, hasta que lo que Dios ve como abominable, se convierte en algo “normal” e incluso para muchos debe de ser “aceptado” por la sociedad.
Pero no es mi papel el venir a decirle a usted que está usted bien ó que pueda estar mal, sino compartirle un poco de lo que dice la Biblia acerca de lo que hacemos, de modo que podamos identificar cada una de las cosas que nos suceden y saber de donde vienen, pero lo más importante de todo, el preocuparnos porque no seremos nosotros los que llevaremos las consecuencias de nuestros pecados, sino las generaciones que nos siguen, de modo que lo que hoy hagamos usted y yo, quedará como herencia y consecuencia de nuestros hijos, nietos, bisnietos e incluso los hijos de estos.
Dios es un Dios celoso, no está dispuesto a compartir nuestro corazón y todo aquello que ocupa nuestro corazón antes que Él, es considerado como pecado, el que Dios sea celoso, es algo bueno, pues lejos de pensar que Dios es inseguro, nos demuestra que siempre está dispuesto a derramar su gloria en nosotros si nos llegamos a entregar a Él, como Él lo hace con nosotros.
Muchas personas hoy en día se preocupan por dejar un legado y ser recordadas por algo que hayan hecho, pero corren el riesgo de que si nadie conoce lo que hicieron, su legado puede morir en el olvido, pero si hacemos como Dios espera de nosotros, el legado será viviente, pues la manera de vivir que heredemos a las siguientes mil generaciones será la que hable de nuestro nombre, pero sobre todo del Dios que cumple lo que promete, es ahí donde podemos entender cómo es que el Pueblo Judío sigue siendo próspero al día de hoy a causa de las generaciones de Salomón quien se aseguró de que lo bueno, lo justo y lo santo fueran la base de su manera de vivir y con ello bendijo a todo un pueblo, increíble, no?
Es por eso que podemos entender que los errores y la infidelidad en ciertas áreas de las vidas de nuestros antepasados pueden haber dejado estragos en nuestras generaciones, pero también podemos entender que es nuestra responsabilidad el romper con esas consecuencias y revertirlas a favor para las generaciones que nos siguen.
Por favor no se vaya a confundir, Dios no castiga a las personas, Dios castiga el pecado, de manera que si el pecado permanece, el castigo y la consecuencia permanecen, por lo que debemos de cuidar nuestra manera de vivir, nuestros hábitos y todo aquello que podamos heredar a nuestras generaciones venideras, pues a lo mejor lo que usted y yo ya vemos como algo “normal” es abominable (me gusta lo intenso de esa palabra) ante los ojos de Dios y podemos estar sembrando un ambiente de caos para sus años venideros.
Obviamente se preguntará usted cuantas de esas consecuencias tiene usted a causa de sus generaciones previas, la respuesta es que más de las que se imagina, pero lejos de poner los ojos en lo que sus padres, abuelos y demás parientes pudieron haber hecho mal, voltee hacia las alturas, cambie sus malos hábitos por buenas costumbres, llene el vacío de su duda con la llanura del conocimiento del Espíritu de Dios y permita que lejos de solo orar por su necesidad inmediata, Dios le permita establecer un ambiente de bendición para el resto de su vida y la de las generaciones que portarán su legado como verdaderos hijos de Dios y portadores de su gloria y su gracia, como ve?
Qué emocionante es el saber que hoy sembramos tangiblemente lo que habrán de saber, creer y practicar nuestros descendientes, pero más emocionante es que se encontrarán con el mismo Dios que nos encontramos nosotros quien les hablará de nosotros (eso me lo imagino) así como Dios hablaba a los Judíos y les decía “por amor a tu Padre David, estaré contigo” y les bendiga por mil generaciones como promete la Biblia a causa de nuestra fidelidad.