Existen muchas maneras de orar, y considero que ninguna es mejor que la otra, aunque la mayoría de las personas coincide en el acto mental silencioso pretendiendo de esa manera hacer algo íntimo y hablar con ese Dios al que no ven, pero en pocas ocasiones toman en cuenta la personalidad de ese Dios que aunque no lo ven, si está ahí y si nos escucha, cuando verdaderamente le hablamos.
El detalle radica en que hemos hecho de Dios aquello que hemos querido, es decir, hemos adaptado a Dios a nuestras circunstancias, a nuestro entendimiento y a nuestra comodidad, pero qué hay de la majestad de Dios?, a qué hora la observaremos a qué hora le daremos a Él el lugar que merece, de modo que pase de ser nuestro toma pedidos a ser nuestro Dios, nuestra autoridad y con ello nuestro proveedor que no es lo mismo que solo quien atiende nuestras necesidades?
Orar no es algo que se hace solamente cuando se tiene tiempo y cuando se tiene necedad, de hecho en mi personal opinión, es algo que tampoco deberíamos de hacer en silencio, pues con esto corremos el riesgo de constantemente distraernos y pensar en otras cosas (admítalo, le ha sucedido, y muy seguido), tampoco es algo que debiéramos hacer de manera improvisada y como decimos en México “cachando” en el aire las cosas que habremos de decir, por el contrario debemos de llevar preparados cada uno de los temas que habremos de tratar con Dios.
Y con esto no estoy pretendiendo hacer del orar un tema complejo y lleno de requisitos, por el contrario, estoy tratando de que un acto del cual hemos hecho una rutina inefectiva, se convierta en la mejor costumbre en nosotros (recuerde que a diferencia de los hábitos, las costumbres nos dan identidad).
Es por eso que Yeshúa (Jesús) nos enseñó que para orar debemos de apartar no solamente un tiempo, sino también un lugar y note como la cita de hoy nos habla acerca de que ese lugar debe de ser un lugar íntimo y planeado y que hay que cerrar la puerta y con esto se refiere a lo físico y a muchos otros factores, es decir donde nada nos interrumpa de darle la atención y la gloria adecuada a Dios.
Por tal orar tiene que ver con el planear dejar nuestro celular, no solo en modo vibrador, sino incluso apagado y en otra habitación, y esto no para que otros lo vean, sino que Dios se percate e ello, llevar una agenda de lo que habremos de tratar con Dios, es decir, si una lista de peticiones, y las dudas que tengamos, pero también el tiempo y la disposición para que Dios nos hable (cosa que muy pero muy pocas personas hacen), de ser posible preparar un par de cantos que hablen de Él y de su gloria, no solo cantos que nos gusten a nosotros, sino cantos que tengan un significado y que pretendan exaltarle a Él, y por último creo que es muy importante el tener un objetivo planeado para esa reunión con Dios, es decir una meta de lo que pretendemos haber logrado para el momento que salgamos de ahí.
Repito, no es mi intención el hacer de la oración algo complejo, pero si algo racional, un ejercicio de la consciencia de la naturaleza de Dios, se lo digo a muchas personas todo el tiempo, si usted tuviera una audiencia con la Reina Isabel II de Inglaterra, al presentarse frente a ella, quien hablaría primero?, las personas siempre coinciden en que ella por el motivo de que es la persona con mayor jerarquía, entonces les digo, si Dios es el Rey de Reyes, entonces Él está por encima de la Reina Isabel II de Inglaterra, por qué entonces nos atrevemos nosotros a hablar en su presencia antes que Él?
Obvio muchas personas se quedan paralizadas ante esta idea, porque nunca han considerado el hecho de que Dios les hable, pues lejos de orar, solo piden con la esperanza de que algún ser superior les escucha, y no sabrían cómo hacer para escuchar a Dios, pero sabe, más allá del cómo, tiene que ver con el observar quien es Dios y entender que no hay cosa más alta en el universo que Él y que no podemos presentarnos de manera improvisada ante Él, así como para visitar a Isabel II se debe de seguir un protocolo, Dios pretende que nos preparemos para verle y que siempre observemos que Él se ha preparado para vernos a nosotros, su amor hacia nosotros no le permitiría solo vernos así porque sí, sino quiere hacer de cada encuentro algo muy especial.
Otra cosa vital al momento de estar con Dios y por lo cual requerimos cerrar la puerta cuando vayamos con Él es hablar claro fuerte y en voz alta (no es un requisito, sino una recomendación) de modo que nosotros escuchemos lo que hablamos y que podamos tener consciencia de ello y además no nos distraigamos, que nuestras palabras delante de Él tengan una estructura y un contenido de manera que seamos puntuales con Él en lo que pedimos, en lo que declaramos y en lo que preguntamos, pues si nos atrevemos a escucharnos a nosotros, también estaremos dispuestos a escucharle a Él y estaremos atentos a su voz.
Orar no es un acto que se pueda hacer cuando se tenga tiempo, es el acto más importante de nuestra vida, de modo que tendrá los resultados más profundos y más efectivos en todo los que hagamos y de la manera en la que vivamos.