Como lo he mencionado en muchas ocasiones en estas líneas, existe una gran y radical diferencia entre la verdad y la realidad, la realidad es aquello que vivimos diariamente, es relativa y podemos alterarla constantemente, mientras la verdad es algo que no cambia y que es el fundamento de la libertad, pues es algo en lo que podemos confiar y que tiene la misma característica de Dios.
En otras palabras, podemos enredarnos en nuestra realidad y atarnos a ella, vivir sus consecuencias y sus limitaciones ó bien podemos depender de la verdad y ser libres sabiendo a qué atenernos y cómo reaccionar ante toda situación, así de sencillo.
Esto se lo comento, pues ese es uno de los fundamentos de no pasar por las situaciones difíciles y sufrir sus consecuencias, ya que la mayoría de ellas tienen que ver con el engaño que nuestro adversario el Diablo nos cuenta y nos hace creer, él nos hace creer que somos malos, que no tenemos remedio, que las cosas no cambiarán y que siempre viviremos de esta manera, mientras la verdad de la palabra nos dice que ciertamente la salvación y la vida en Cristo es un camino estrecho, pero es un camino lleno de victorias, de satisfacciones, de cosas nuevas y lleno de los beneficios del Reino de los Cielos.
Es por eso que me emociona cuando veo como parte de la Armadura de Dios el cinto de la verdad, y entendámoslo (de manera un poco coloquial) de esta manera, el cinturón de la verdad mantiene nuestra dignidad en su lugar, es decir quien viste un buen cinturón jamás corre el riesgo de ser exhibido ni transgredido en su intimidad, ciertamente tiene un pasado, el cual fue comprado, perdonado y lavado por Yeshúa (Jesús), de modo que es Yeshúa (Jesús) quien le da identidad y no su pasado, las obras y errores del pasado no le definen, sino quien le posee, esa es una verdad que puede más que cualquier realidad, de modo que está en nosotros decidir bajo el efecto de cual de los 2 vivimos, si de la realidad que pone en riesgo nuestra integridad y nuestra reputación o de la verdad que nos da libertad y nos separa de nuestra antigua manera de vivir.
La realidad nos dice que siempre estamos en riesgo de volver a caer en pecado y en tentación, y la verdad de la palabra de Dios nos dice que no hay tentación más grande ni más fuerte que no podamos soportar y superar, ya que Dios previo a que seamos probados y tentados ha puesto en nosotros la capacidad de salir adelante en ellas y no fracasar, la realidad nos augura fracasos, mientras la verdad nos garantiza victorias, entonces?, qué decidimos escoger?
Es como aquellas personas que aseguran que leer la Biblia es difícil, y que es un libro que no todos entienden, esa es una realidad, pero la verdad de Cristo nos hace entender que la palabra de Dios nos es natural y que nos lleva a conocer a Dios a quien fuimos hechos a imagen y semejanza, de modo que si conocemos más a Dios, nos conoceremos cada día más nosotros mismos y tendremos más dominio sobre nosotros, nuestras acciones y nuestro futuro, es decisión nuestra si dejamos que la realidad nos haga ignorantes de Dios y de nosotros mismos ó si la verdad de la palabra nos entregue el dominio, el control y el futuro de nuestras propias vidas.
Como lo entenderá la ilustración de que la verdad es como un cinturón es muy acertada, pues mantiene las cosas en su lugar y no da pie a la imaginación, no deja que andemos pensando cosas acerca ni de nosotros ni de las cosas que nos rodean ó suceden, para cada situación, para cada problema, para cada duda hay una respuesta específica en la Biblia, por tal, lejos de asustarnos, nos sujetamos a la verdad que dice acerca de eso y desatamos la verdad y las consecuencias que Dios nos promete acerca de ese tema.
Ayer nos recordaba el Señor en la cita de Efesios 6:13, que con la Armadura de Dios, resistiremos a nuestro adversario, necesitamos un cinturón que nos mantenga firmes y no nos deje dudar, para que salgamos de cada situación íntegros, firmes, y en una sola pieza, para que no nos desmoronemos y que no tengamos que recurrir a la mediocre frase que reza “soy solo un ser humano” y podamos decir con toda cordura y con toda integridad “soy un Hijo de Dios”, si Yeshúa (Jesús) salió íntegro y de una sola pieza de la cruz, por qué no habremos nosotros de hacer lo mismo ante problemas y situaciones más pequeñas y simples?