Conocer a Dios es una de las cosas más emocionantes que podemos hacer, pues al conocer a Dios, nos conoceremos a nosotros mismos, pues qué no fuimos hechos a su imagen y a su semejanza?
Las personas tienen una errónea percepción de que Dios puede o va a hacer cosas a favor de nosotros, sin embargo a lo largo y a lo ancho de su palabra nos muestra que seremos nosotros quienes haremos cosas portentosas para Él, pues somos nosotros quienes hemos sido enviados para sojuzgar la tierra y enseñorearnos de ella, es decir, a establecer el Reino y a poseerla para Dios, de manera que por medio de nosotros las cosas que suceden allá donde Dios habita, sucedan como algo común y cotidiano y no como algo esporádico y lejano.
Es precisamente cuando decidimos vivir como Dios nos manda que su poder se empieza a manifestar en nosotros y es cuando su favor se comienza a mostrar, en otras palabras, somos nosotros los que desatamos el poder de Dios por medio de nuestra disposición a expresar nuestra naturaleza a su imagen y semejanza.
Es por eso, que cuando entiendo este principio que no concibo cuando las personas insisten en decir “si Dios quiere” y no porque dude de que Dios decide todo lo que sucede en el universo o algo se salga de su control y su voluntad, sino porque aquel que escucha la voz de Dios, sabe que es lo que Él si quiere y lo que no y está dispuesto a cumplirlo.
El límite de lo que somos capaces de hacer es inaudito, no hay nada que nos detenga, piense en esto, en su tiempo Noé fue capaz de construir un Arca tan grande que pudo contener 7 parejas de cada animal y una si no me equivoco de cada animal inmundo, sin herramienta, sin tecnología, sin grandes grúas o maquinaria pesada y la terminó justo a tiempo, pero eso no es algo que se limitó a ese tiempo, hoy en día hay obras tan portentosas que son dignas de admirarse, a pesar de los años y lo mucho que viajo, no deja de fascinarme el ver como un avión de no sé cuantas toneladas se eleva en vuelo ligero como si no pesara nada y además con una gallardía que enamora, y eso lo hizo el hombre, no con sus fuerzas, sino con la consciencia de que puede hacer todo aquello que se proponga, pues su identidad es a imagen y semejanza del creador.
Es por ello que nuestras ciudades están llenas de obras increíbles, de edificios que sorprenden y de estructuras que a veces nos preguntamos cómo es que hacen para estar de pie y sin embargo son sólidas y firmes.
Por tanto, quien entiende su naturaleza desatará su potencial, y esto no va a tener límite, ya sea en un talento personal como cantar, componer o escribir, o bien en hacer y crear cosas tan grandes y asombrosas como quieran llegar a ser o tan pequeñas, complejas e increíbles como la tecnología más avanzada que existe.
Casi nada podrá detener al hombre y cuando digo casi nada, me refiero a cuando el hombre que entiende su potencial y su naturaleza semejante a Dios se olvida de dar gloria a Dios con sus obras y busca de hacerse un propio nombre, es entonces cuando dejará de producir y será frenado por Dios para que nada de lo que haga prospere, tal fue el caso de Nimrod y su gente que buscaron edificar una torre tan alta para que el mundo los recordara y olvidaron de dar honra y gloria a Dios por construir el edificio más grande del mundo, no solo de su tiempo, sino de muchos siglos por venir.
Pero piénselo de esta manera, hay personas que nunca logran nada porque no entienden su identidad semejante y tan capaz como la de Dios, luego hay quienes la entienden, pero se olvidan de Dios, pero que mejor que usted y yo que tenemos la oportunidad de asegurar que ambas cosas pasen, que empecemos a hacer cosas tan grandes y tan increíbles como sólo Dios las haría y asegurar que cada una de ellas den gloria al que nos da identidad, aún así sería preferible (en mi personal opinión) que Dios nos frenara de hacer cosas a que nos desechara porque no entendimos nuestra necesidad y responsabilidad de producir, de hacer y de dar, no lo cree?