Uno de los problemas más comunes de nuestra sociedad son los divorcios y no me refiero sólo a los matrimonios que deciden dejar se serlo, sino a todas las personas que impulsivamente se casan con planes fantásticos de los que luego no hayan como zafarse y terminan huyendo de ellos como si el diablo los poseyera y los obligara a hacer cosas que no querían.

 

Craig Groeschel nos explica en su libro Chazown (Visión, Propósito) que aquel que falla en planear, planea fallar, por tanto, todo aquel que hace las cosas porque “las siente”, “se le están dando”, “parecen agradables a los ojos de Dios” y no tiene una idea de como terminar eso que esta empezando esta condenado al fracaso y a dar un mal testimonio por hablar y comenzar algo de lo que Dios nunca dijo nada y nunca nos respaldó.

 

Tenemos que empezar siempre por el principio, Dios no puede bendecir nada que no tenga el sello de su Reino, y la Biblia nos enseña desde Génesis que el fundamento para la bendición es el orden, por tanto si no hay orden, no hay bendición y muchas pretenden empezar negocios, relaciones o cualquier tipo de cosa sin el orden necesario y luego culpan a Dios de que  Él hace cosas “por algo”, incluso he escuchado de personas que vienen a este mundo y se mueren habiendo cumplido un propósito que nunca entendieron y nunca descubrieron, pero que Dios “se los llevó” cuando terminaron de hacer algo que nunca entendieron, estará de acuerdo conmigo que no hace ningún sentido, verdad?

 

Es por eso que muchos matrimonios terminan en divorcio, pues se casan motivados por lo que sienten, por atender el llamado de lo que en ese momento creen correcto pero no tienen un plan de qué hacer cuando tengan problemas, de qué hacer si llega la escasez ó la austeridad, o simplemente un plan para resolver los desacuerdos cotidianos y domésticos.

 

Desafortunadamente las personas prefieren vivir bajo el moto de “nadie experimenta en cabeza ajena”, es como aquellos necios que prefieren esperar a que Dios haga a ser ellos quienes provoquen el cambio por medio de agradar a Dios en su presencia y normalmente piden cosas pensando que probablemente no sucederán ya que no están preparados para recibir la bendición, administrarla y multiplicarla como es característico en el Reino de Dios.

 

Me fascina que Dios nos lo deja saber por medio de Santiago cuando nos dice “piden y no reciben porque no saben pedir, porque piden para gastar en sus deleites” (Santiago 4:3), siendo que desde Génesis Dios puso condición a toda bendición diciéndonos “te bendeciré y serás bendición” (Génesis 12:2), eso quiere decir que cualquier cosa que hagamos con la intención de satisfacer nuestra necesidad o nuestro sentimiento sin ver más allá de nosotros, tendrá un no como respuesta y no de Dios, sino de nosotros mismos, porque va en contra de la naturaleza con la que Dios nos creó.

 

La cita de hoy nos habla de eso, nos previene de hacer planes, pero no solo para hacer cosas, sino para alinearlas al propósito que Dios puso en nuestras vidas para que siempre vivamos en lugares altos (torres como dice la cita), pero que estén completas y que no vayan a dejar ver nuestra desnudez y nuestros errores, sin un plan, ninguna empresa puede ser exitosa y la mayoría de nosotros trabajamos para una empresa con un plan y pretendemos en nuestra vida de “fe” actuar de manera contraria y que Dios nos “bendiga” como si Él fuera incongruente e hiciera excepciones solo porque le caemos bien.

 

Por tanto, si usted ha experimentado fracaso últimamente y se ha divorciado de su plan, de su esposo o esposa, de su negocio o simplemente de un amigo, medite en ello y encontrará que el común denominador será la falta de un plan y la falta del orden de Dios en ello, posteriormente a esto le recomiendo hacer un plan, para recuperar a la persona, la situación e incluso el negocio con el toque de orden de Dios para que sea Él quien se engrandezca en medio de lo que hace en usted y como se refleja en el día a día de su nueva vida de éxito ajena al divorcio.

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