Recuerdo que hace algunos años una buena amiga se acercó conmigo para decirme que cada vez que intentaba acercarse a Dios y recobrar sus hábitos cristianos, su vida empezaba a llenarse de problemas y eso la hacía alejarse de nuevo pues no entendía como el acercarse a Dios pudiera provocar cosas “malas”.
Estoy convencido de que este no es un caso aislado y recuerdo perfectamente el haberle respondido como palabras similares a estas: La Biblia nos promete que aquél que se acerque a Dios en específico que se convierta en un seguidor de Yeshúa (Jesús) ciertamente sufrirá persecución, y hago hincapié en la palabra “ciertamente”, ya que son de esas cosas que Dios nos asegura que son parte de nuestra fe, es decir, nos asegura que sucederán, para que no dudemos, pero sobretodo para que lo recordemos y no nos dejemos apesadumbrar por los inconvenientes y la oposición que podamos sufrir cuando la palabra de Dios se cumpla en nuestras vidas.
Esto sucede por 2 razones específicas, primeramente de acuerdo a la promesa que Dios nos hace por medio del Apóstol Pablo, Dios nos ha dado juntamente con la tentación y la tribulación la salida, es decir, nos ha equipado previamente con la capacidad de sobrellevar esas situaciones y resolverlas con la gracia que sin Yeshúa (Jesús) en nuestro corazón no teníamos, y segundo, es un voto de confianza donde Dios nos hace ver y entender que ahora jugamos en el equipo ganador, donde estamos acostumbrados a tener paz, pero no paz de la que no tiene problemas, sino paz de aquella que viene de entender que Dios está en control de nuestras situaciones y necesitamos vivir en la constante oposición y en la constante tribulación para poder vivir en la constante victoria y nos acostumbremos a vivir como Dios vive, venciendo constantemente, le hace sentido.
Entendiendo esto, podremos empezar a vivir esa vida gloriosa de “Reino” de la que la Biblia tanto nos habla, ya que en cada problema, tenemos una victoria asegurada en Yeshúa (Jesús), todo es cuestión de enfoques o bien de consciencia, de recordar quienes somos en Él.
Y cómo es que se hace esto?, sencillo, hay 2 verdades bíblicas ineludibles que tenemos que tener bien presentes para esto, la primera es que nuestra boca no puede evitar hablar de aquello que abunda en nuestro corazón y segunda, que no es lo que entra en nuestros oídos lo que nos contamina, sino lo que sale por nuestros labios, en otras palabras, aquello que dejemos entrar en nuestro corazón y aquello que hablemos serán el factor clave de los resultados en nuestra vida.
Pero ojo!, no es que simplemente nos soltemos hablando cosas “positivas” y “lindas”, no, las buenas intenciones no tienen que ver con esto, pues esas no pasan por nuestro corazón, sino por nuestra emoción, sino se trata de que hablemos de aquello que Dios hable a nuestros corazones, cuando pongamos más atención a lo que Él nos hable que a lo que vemos, cuando no sea que esperemos el que nos diga qué hacer, sino cómo proceder y salir adelante, si lo nota, cada vez que Dios nos promete algo en la Biblia, normalmente comienza con “si escuchares y obedecieres mi voz” y esto no es algo reservado para los “especiales” ó los “muy espirituales”, sino para todos aquellos que han nacido de nuevo y son considerados hijos de Dios.
Es por eso que me emociona la escena de la cita del día de hoy, Ezequiel fue llevado a un valle de huesos secos, es decir a un lugar de muerte donde todos hacía tiempo que habían sido dados por perdidos y Dios le enseñó a no guiarse por lo que veía, sino por su papel en medio de las situaciones, ya que no hay nada, absolutamente nada más poderoso que la palabra de Dios y el hablar aquello que Dios hablaba a su oído (mensaje profético) era lo que haría la diferencia.
Piense en esto, ya que es de suma importancia el entenderlo, muchas personas oran a Dios esperando que sea Él quien haga algo, pero a lo largo y ancho de la Biblia no hay un solo caso que haya funcionado de esa manera, sino más bien, la Biblia está llena de ejemplos en donde Dios ha puesto su poder y su palabra en los hombres y mujeres que ahí describe para sean ellos los que por medio de su boca hagan la diferencia y sean el factor de cambio.
Es por eso que el orar no tiene que ver con el pedir sino con el escuchar, pues depende de lo que escuchemos de parte de Dios que será lo que declararemos y lo que sucederá, tal como hizo en el pasaje de Ezequiel y dio vida a los huesos secos en vez de dejarse influenciar por ellos y la muerte que representaban.
Por tal, podemos entender que es Dios quien nos habla y nosotros quienes enderezamos el mundo por medio de las cosas que hemos sido enviados a declarar, cada vez que nos sobrevienen los problemas y la oposición nuestra responsabilidad es ir a la intimidad con el Padre, para alimentarnos de su voz y vencer de la manera sobrenatural la situación más sencilla como la más compleja, no lo cree?