Existe una radical diferencia entre orar y tener buenas intenciones de manera solemne y esa diferencia es la fe, ya que desafortunadamente para muchas personas el tener fe tiene que ver con el hecho de apretar los ojos y alguna otra parte de su cuerpo y pedir algo o simplemente el aferrarse a una idea, pero eso no es fe y no es garantía de que Dios cumpla o siquiera escuche lo que estamos pidiendo.

La Biblia nos dice 2 cosas esenciales acerca de la fe, la primera es que la fe viene por el oír la palabra de Dios (Romanos 10:17) y la segunda nos dice que la fe es una certeza de algo que se espera y la convicción de algo que aún no vemos (Hebreos 11:1), esto nos dice que la fe no tiene que ver con lo que queremos, ni con lo que esperamos, sino con aquello que Dios ha dicho y dice acerca de su Reino y de como nos hacemos parte de el.

Ahora bien, para aquellos que navegan por la vida con la idea de que Dios “por algo” hace las cosas, es cierto, pero no al nivel que ellos creen, pues de alguna manera ingenua creen que ese “por algo” tiene que ver con un propósito acerca de sus vidas y en realidad tiene que ver con un propósito más alto, su Reino y en el como podemos ser parte de el y engrandecerlo y no solamente beneficiarnos y sentir algo “lindo” de parte de Dios.

Es por eso que podemos hacer oraciones de fe, oraciones que se atrevan a declarar algo y que el solo decirlo hagan que el suelo y nuestro alrededor se estremezca, pues no es algo que nos imaginamos, sino algo que nació en el corazón de Dios y algo que fue hablado por su boca, de manera que nos convertimos en portadores de su gloria al expresarlos en oración y podemos hacer que el mundo mismo cambie a causa de ello.

Me emociona y me eriza la piel el leer la cita de hoy, es asombroso como un hombre como Elías, a quien la Biblia describe como un hombre sujeto a sus pasiones (es decir, nada diferente a usted y a mi), entendió lo necesario para dejar de tener buenas intenciones y empezó a hablar a las naciones de parte de Dios.

Note como su oración comienza con un “vive Dios en cuya presencia estoy”, es decir, lo que ora no lo pensó, no lo soñó, y no se le ocurrió, lo escuchó de Dios mismo y esta convencido de que así sucedería, y así sucedió, no llovió sino hasta que lo pronunció de su boca, pues tenía todo el respaldo de Dios tanto para detener como para volver a provocar la lluvia.

En la mayoría de las ocasiones cuando necesitamos un milagro, rogamos desesperadamente a Dios que haga algo, pero nos hace falta el escuchar de su parte qué es lo que Él opina acera de ello, y no es que pueda decirnos que no, sino que nos hablará los detalles que cómo es que lo hará y los pasos que debemos de dar y hacer para asegurar que suceda de acuerdo a su voluntad.

Es justo en su presencia donde la fe sucede, donde las buenas intenciones son sustituidas por instrucciones, donde las dudas son desplazadas por la certeza y donde nuestra voluntad es suplantada por la voluntad de Dios y aprendemos a tener paciencia, que no tiene que ver con el tolerar o aguantar, sino el esperar con la certeza de que algo sucederá.

Me encanta pensar que siendo Elías un hombre común y sujeto a pasiones, fue uno de los 3 que fue cuidado de no morir, sino arrebatado por Dios, quiere decir que los tiempos en la presencia de Dios le regresaron a su estado natural a la imagen y semejanza de Dios, por eso sus oraciones fueron tan poderosas y fue uno de los héroes de la fe (uno de mis favoritos).

Por tanto es mi invitación en este arranque de año que sea su propósito el cambiar su fe tradicional que tiene que ver mas con buenas intenciones, por una fe verdadera, que se atreva a hacer declaraciones que estremezcan a las personas a su alrededor y que hagan que el mundo reconocer a Dios como la única salida y la única ayuda que puedan tener, le parece?

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