Muchas personas tienen la idea de que hay que portarse “bien» para que Dios nos pueda bendecir, y la verdad es que están muy equivocadas, pues en realidad Dios no es así, Dios no condiciona su bendición y Dios no se enoja con las personas.
Obvio, habrá quien diga “no René, Dios si se enoja con las personas, recuerda cuando los Israelitas hicieron un becerro de oro, Dios se enojó contra ellos y pretendió incluso acabar con ellos”, y obvio, esto en apariencia es cierto, ya que si vemos solo las palabras, veremos que enojo es algo que aparece constantemente en esa parte del Éxodo, pero si conoce el corazón de Dios notará que no y se lo voy a explicar:
Dios todo lo que ha hecho, lo ha hecho por medio de su palabra, es decir, Dios todo lo hace por medio de su bendición (bendecir = bien + decir), y Dios es fiel a su palabra, por tanto si Dios prometió hacer de los Israelitas su pueblo, no lo hizo solo aquí en la tierra, sino por la eternidad, por tanto su promesa es eterna, pero a veces somos tan obstinados en hacer las cosas a nuestra manera, que Dios pareciera que tuviera que tomar medidas extremas para poder cumplir su palabra, de modo que si iba a acabar con los Israelitas, no era para expresar su coraje y “desquitarse”, sino para asegurar la permanencia de su pueblo en su presencia, es decir, y se lee raro, iba a acabar con sus vidas por amor, para que no se perdieran, hace sentido lo que le digo?
Esto tiene un fundamento importante, la palabra de Dios, a la cual Él es fiel, por tanto si Dios lo dijo, lo va a cumplir y si les prometió a los Israelitas que sería su Dios y ellos su pueblo, tenía que asegurar que esto sucediera, necesitaba que su pueblo dejara de pecar para que pudiera pasar la eternidad con Él y aveces solo la muerte nos evita de pecar más.
Por tanto cuando entendemos esto, podemos entender que la bendición de Dios no es algo que sea exclusivo de nadie, ni sea algo condicionado, Dios llenó su Biblia de promesas para nuestra vida cotidiana de modo que pudiéramos conocerlas y reclamarlas en el momento que quisiéramos, pero está en nosotros el aspirar a ellos y cumplir la condición de cada una de ellas.
Es precisamente a eso a lo que llamamos “gracia”, al hecho de que todos tenemos acceso a la bendición de Dios (a lo que Dios dijo y prometió), sin tener que cumplir requisitos ni ser “buenos” ó “perfectos”, sino dependientes de Él, ya que en nuestra condición de pecado, todo lo que necesitamos es el efecto de la cruz para poder ser limpio de ella y vivir en santidad (enfocados en Él), es decir como sus hijos y no como sus bastardos.
Nunca ha pensado en esto?, es la gente delgada la que se cuida más, porque sabe que es bueno y le hace sentir bien todo el tiempo, de la misma manera es la gente bendecida la que cuida su santidad porque sabe que le conviene, los demás son solo espectadores de como la bendición pasa frente a sus ojos y no la alcanzan, pues creen que está en ellos y no en Yeshúa (Jesús) el alcanzarla.
La cita de hoy nos habla de eso, la gracia es para todos, todos podemos alcanzar las bendiciones de Dios, aun las que no merecemos, todo lo que tenemos que hacer es reconocer a Yeshúa (Jesús) como nuestro Señor y Salvador y propiciar el ambiente para que la bendición se dé.
Ponga atención, porque esto es importante, “propiciar el ambiente para que la bendición se dé”, es decir, bendición tiene que ver con Dios hablando a favor de nosotros, por tanto al propiciar el ambiente para la bendición, es el poner la atención adecuada a Dios para saber qué es lo que tiene que decirnos, o bien el guardar el suficiente silencio para escuchar la voz de Dios, o bien el anteponer lo que Dios dice a lo que pensamos, sentimos o queremos y de esa manera entenderemos que la bendición nos viene como natural.
Genial no?, que asombros pensar que Dios ya lo hizo todo por nosotros, pagó nuestros pecados y puso su Reino a nuestra disposición (eso es gracia) y ahora solo tenemos que propiciar el ambiente para que su bendición fluya en medio de nosotros y haga de nuestra vida común una vida asombrosa como sus hijos.