Recuerdo la primera vez que leí al Apóstol Santiago diciendo “piden y no reciben porque no saben pedir”, recuerdo haberme quedado perplejo y pensando en como es que debemos pedir? ó a caso pedimos cosas equivocadas?, qué debo hacer para pedir adecuadamente?
Con el tiempo me di cuenta que en realidad no recibimos porque no tenemos idea de quien es Dios, ni de las cosas que puede hacer por nosotros y también aprendí que no es que Dios no pueda o no quiera darnos lo que pedimos, sino que por lo general nos quedamos cortos al pedir porque pedimos cosas pequeñas, efímeras e intrascendentes, cosas que no tienen que ver con la naturaleza de Dios y tampoco con nuestra naturaleza, por más atractivas que estas cosas parezcan, por lo general tienen esa característica.
A veces o casi todo el tiempo pedimos cosas que parecen buenas para nosotros en ese momento y en ese lugar, ya que satisfacen una necesidad o un deseo y nos hacen sentir bien, tranquilos o aliviados, aunque sea por un poco tiempo, pero en realidad no tienen trascendencia, ni tienen provecho para nuestra eternidad, son solo pequeños deleites que cumplen un requisito mas no un propósito.
Otra de las características de lo que pedimos comúnmente, es que siempre pedimos lo mismo, una y otra vez, no sé si es porque no lo hemos recibido pero insistimos en lo mismo y se hace aún peor si en alguna vez Dios respondió aquello que pedimos, pues tenemos la falsa idea de que podemos repetir la receta o de que es una formula para que suceda, haciendo de esa manera que Dios quede fuera de la ecuación y siendo nosotros los que provoquemos que “eso” suceda.
Cuando leemos la Biblia, nos damos cuenta que Dios siempre ha dado cosas buenas y asombrosas a sus hijos, pero siempre deja claro el hecho de que cualquier cosa que haga por nosotros tienen que darle gloria a Él, por tanto tiene que ser algo eterno, algo que deje ver su majestad y su mano y segundo e igual de importante, todo lo que Dios hace, lo hace solo una vez, ya que así habrá siempre una emoción en nuestro trato con Él ya que siempre habrá cosas nuevas.
Es por eso que cuando nacemos de nuevo y aceptamos a Yeshúa (Jesús) como nuestro, dice la Biblia que somos hechos criaturas nuevas y nuestras prioridades cambian, nuestros hábitos dejan de ser para dar paso a nuevas costumbres y a que nunca pidamos lo mismo, pues cada cosa que fue, deja de ser para dar paso a cosas nuevas y emocionantes.
A su vez es interesante aprender que cuando esperamos cosas nuevas dejamos de pedir cosas pequeñas y específicas porque nos abrimos a la posibilidad de que Dios nos sorprenda de manera constante y hacemos crecer nuestra capacidad de aprender de Dios y a conocerle en su manera de hacer las cosas, de modo que cada vez se trata más de Él y menos de nosotros.
Por tanto, si esta usted cansado de pedir y pedir y no recibir, por qué no intenta al modo de Dios, primero asegúrese de haber nacido de nuevo y luego aprenda a recibir cosas nuevas todo el tiempo, para que camine de la mano de Dios y no de la mano de sus propios deseos insatisfechos.