Existe una brecha enorme entre lo que es la verdad y la realidad y su efecto en nosotros también es radicalmente diferente de acuerdo a lo que nosotros permitimos que sea, es decir, somos nosotros los que diariamente decidimos si vivimos bajo los efectos de la verdad o de la realidad.

Esto es sencillo de entender, la realidad es lo que vivimos a diario, lo que provocamos y los resultados de nuestras acciones y de nuestras decisiones, mientras que la verdad es algo inamovible que siempre es, sin importar nuestra condición o incluso nuestra disposición a aceptarla.

Para poner un ejemplo y entender estos conceptos de una mejor manera, la realidad es como entender que podemos tener sobrepeso o ser sumamente delgados o musculosos, dependiendo del régimen alimenticio que llevemos, el ejercicio que hagamos y las circunstancias que nos rodeen, mientras que la verdad nos indica que todos nacemos con un cuerpo en condiciones óptimas y con un peso ideal, ya que hemos sido creados a la imagen y a la semejanza de un Dios perfecto, aun en lo físico.

Por tanto podemos vivir una vida llena de pretextos y excusas de porqué nuestro cuerpo se encuentra en las condiciones que se encuentra o podemos vivir una vida teniendo en cuenta que nuestro Dios nos hizo a su semejanza y es su intención el renovarnos constantemente para que regresemos a nuestro estado natural y perfecto.

De esa misma manera sucede con todos los demás asuntos de nuestra vida cotidiana, incluyendo la fe, las finanzas, el matrimonio o qué sé yo…

No me deja de asombrar cuando escucho a personas decir “yo creo que Dios no quiere que yo me case” y escudan su realidad ante algo que no les consta, mientras la Biblia comienza diciendo “no es bueno que el hombre esté sólo”, lo que nos deja más que claro que es nuestro papel el vivir en pareja, ya que es la mejor manera en la que podemos y debemos de estar, esa es la verdad y no hay vuelta de hoja, aquel que decide no vivir como Dios nos indica que es lo óptimo, se atendrá a las consecuencias de su realidad, más no de la verdad.

Es por eso que Dios muy sabiamente nos dejó por escrito, que conoceríamos la verdad y esta nos haría libres, pues el conocer lo que Dios ya dijo acerca de nuestras situaciones, nos permite quitarnos de alternativas y pensamientos que no nos hacen, mas que perder el tiempo y nos atan, es decir, la verdad nos hace libre, mientras la realidad nos ata y nos esclaviza.

La cita de hoy nos ejemplifica esto que le comento, ya que es un tema muy recurrente en muchas personas, las famosas tentaciones y las tribulaciones también, hay quienes ven en la tentación una alerta de algo que les hará caer (eso es su realidad), mientras que Dios nos ha dicho que no seremos tentados mas allá de lo que podamos soportar y siempre nos es dada junto con la tentación la salida, de modo que tenemos la garantía de nunca caer ante una tentación y nunca dejarnos sobrepasar ante un problema, ya que Dios ha prometido que saldremos avantes, por tanto todo el que sucumbe ante una tentación o el que fracasa ante una empresa es porque vive de acuerdo a la realidad que le ata y no a la verdad que le hace libre.

La santidad tiene que ver con esto, pues como lo hemos platicado en los pasados días, la santidad tiene que ver con el apartarse, el que aparta sus pensamientos para la verdad, vivirá en una santidad constante, ya que no pierde su tiempo ante con alternativas, el “hubiera”, o cualquier otra tontería, y el apartamiento de su mente a creer y pensar solo en la verdad, le llevará a tener éxito constante, pues eso es lo que Dios promete para quienes le creen y deciden vivir una vida a su imagen y semejanza.

Cree usted que pueda ser santo aun en sus pensamientos y enfocarse más en la verdad que en la realidad que vive?

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