En ocasiones me asombra darme cuenta de las cosas que nos atrevemos a pensar, como cuando tomamos un arma para jugar y decimos “no pasa nada”, o bien cuando comemos desmedidamente y decimos “no pasa nada” o bien cuando hacemos deliberadamente cosas que no son agradables a Dios y pensamos “no pasa nada”, sin pensar que aunque nosotros no veamos la consecuencia inmediata de lo que hacemos, en el Reino de los Cielos cada uno de nuestros actos tienen un efecto eterno.
También luego pasa al revés, hay personas que tienen la falsa idea de que por ir a la iglesia Dios se va a agradar y va a llenar nuestra vida de favor, o bien cuando nos portamos “bien» las cosas van a suceder de la manera que esperamos, como si fuera un milagro o yo que se, pero sabe, en realidad no pasa nada, pues Dios no es alguien que intercambie cosas con nosotros y el que seamos “buenos” es nuestro estándar mínimo, por lo que no podemos pretender que nuestros actos desaten cosas buenas en nuestra vida y mucho menos el hecho de que hagamos algo para merecer cosas a causa de nuestro comportamiento.
Hemos estado hablando acerca de la santidad en los pasados días y la santidad tiene en la mente de las personas mucho que ver con lo que le acabo de comentar, y si lo tiene, pero no de la manera que muchos piensan, sino Dios nos lo deja saber de una manera más sencilla.
La santidad no es algo que provoque que Dios haga algo en nuestras vidas, la santidad es la condición que nos permite desatar y arrebatar los beneficios del Reino de los Cielos a los cuales no tenemos acceso a menos que nos encontremos en un absoluto estado de santidad.
Por tanto, entendiendo la santidad como un apartamiento, es decir, pensar y entender cada cosa como algo que nos lleva a Dios, y entender todo desde la perspectiva de Dios, nos lleva a solo una cosa, a encontrar a Dios en todo lo que nos rodea, y es entonces que vamos a darnos cuenta que no se trata de nosotros, sino que se trata de Él y es cuando dejaremos de mal gastar nuestro tiempo de oración pensando solo en nosotros y empezaremos a funcionar como el Reino de Dios necesita que lo hagamos.
Me fascina Dios, ya que a lo largo y ancho de la Biblia nos promete y nos garantiza el que Él irá con nosotros, y que todo lo que hagamos será exitoso a causa de su efecto (el de Dios) en nuestro caminar, pero piense esto, Dios ya está en todos lados, Él es omnipresente, el hecho es que la mayor parte del tiempo no le tomamos en cuenta ni le hacemos partícipe de lo que hacemos a menos que no podamos o que nos encontremos en un apuro, por tanto lo que necesitamos es santidad, el apartar aun nuestros pensamientos para Dios, de modo que sea Él quien nos dé instrucciones y nos hable acerca de lo que pasa a nuestro alrededor y sea él quien nos enseñe a desatar su poder y el éxito en todo lo que emprendemos.
De modo que hay personas que dicen hablar con Dios todo el tiempo y le hablan (obviamente solo cosas que tienen que ver con ellas) y como es común, no pasa nada, pues una cosa es pensar en Dios y otra cosa es llevar nuestros pensamientos cautivos a Él, es decir a descubrirle en medio de las situaciones y los lugares, para que veamos y entendamos como es que fue Él el autor y ahora nos hace partícipes de algo mayor que está a nuestro alcance gracias a Yeshúa (Jesús) quien no quiso dejarnos fuera y formuló un plan perfecto para que no nos perdiéramos ni de Dios ni del plan específico que creó para nosotros desde antes de la fundación de la tierra.
La cita de hoy lo deja muy claro, me encanta como es que lo dice, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, genial, no?, pues quien no conoce a Dios no se conoce a sí mismo, ya que fuimos hechos a su imagen y con la capacidad de expresar su naturaleza, por tanto el llevar nuestros pensamientos cautivos a Él (santidad) nos debería ser la cosa más fácil y más natural del mundo, ya que solamente por medio de ello, podremos funcionar adecuadamente y vivir una vida verdaderamente plena.