Qué interesante es el pensar en cuantas veces hemos visitado la presencia de Dios, o lo que nosotros entendemos como tal y hemos ido a presentar nuestra necesidad, nuestra plegaria o nuestra súplica y salimos de ese lugar sin habernos percatado ni de la Majestad de Dios y sin haber escuchado su voz, lo ha pensado?

De hecho lo he repetido constantemente en los grupos donde predico o donde enseño, que nos reunimos a hablar o a escuchar de Dios, sin la verdadera consciencia de que habita en medio de nosotros cuando hablamos de Él, inaudito, no?, nos reunimos a hablar acerca de un Dios que ignoramos al momento hacerlo!

Lo más interesante de todo, es que después de eso nos preguntamos qué es lo que tenemos que hacer para ser bendecidos por Él?

Es ahí donde interviene el famoso asunto de la santidad, y como sabe no me refiero al asunto de ser “buenos” todo el tiempo, ni al hecho de vivir libres de pecado, sino a la parte de nosotros que somos capaces de apartar para Él y dedicar a Él.

Piense esto, normalmente, cuando pensamos en Dios, siempre pensamos en “algo” que tenemos que hacer y que de alguna manera nos causa pereza y decidimos hacer luego, como si tuviésemos que hacer todo un ritual para ir a su presencia y esto tuviese una gran preparación que ni conocemos, y tampoco hacemos.

También, luego nos consolamos a nosotros mismos haciéndonos a la idea que Él va con nosotros a todas partes de manera que todo el tiempo le hablamos de lo que queremos, de lo que sentimos y de vez en cuando, cuando la culpa nos sobrepasa, le agradecemos por cosas que no estamos seguros que nos ha dado o cosas que en realidad no creemos como el agradecerle por nuestro día o por despertar una nueva mañana, en realidad ni siquiera tenemos lo suficiente a morir como para agradecer por la vida de un nuevo día, de modo que tenemos una plática vana e irrelevante con un Dios al que en realidad no conocemos y del cual no nos sentimos en su presencia porque no la conocemos.

Es justo ahí donde entendemos la santidad, cuando apartamos una parte de nuestra mente, de nuestro corazón y de todo nuestro ser para poner atención a nuestro Dios quien está siempre presente, quien es siempre majestoso, quien siempre merece honra y honor, pero quien sobre todas las cosas todo el tiempo nos habla y tiene cosas de gran relevancia para decirnos.

Ahora bien, la santidad es la receta para la bendición, ya que de qué nos habrá de hablar Dios sino de las cosas de su Reino, y ahí donde ÉL habita, todo es mejor, todo es perfecto y todo es siempre oportuno, por tal, el escucharle, es la cosa que más nos conviene!

Es por eso que Dios concentra sus bendiciones en 2 puntos muy sencillos, el primero el escucharle atentamente y segundo el obedecerle.

Lo nota?, nos hacemos santos al apartar nuestro corazón para Él, y al escucharle atentamente y no como hacemos comúnmente, y aseguramos que su Reino se haga presente en nuestra vida, cuando decidimos dar valor y peso a sus palabras y decidimos obedecerle, es entonces cuando la santidad cobra sentido y tiene un efecto en nosotros.

Lamentablemente la mayor parte del tiempo nos sucede al contrario, pesamos de vez en cuando que escuchamos la voz y pensamos que el hacer de acuerdo a nuestra consciencia es obedecer a Dios, siendo que no podemos obedecer a un Dios al que no escuchamos y al que no conocemos.

Y esto es más común de lo que se imagina, ahí está el famoso caso de Samuel el profeta, quien pasó toda su infancia y su adolescencia haciendo las cosas correctas, incluso dice la Biblia que Dios se manifestaba cada vez que Samuel le ministraba (le invocaba), pero el día que Dios le habló a Samuel, éste no le reconoció, pero cuando decidió santificarse, es decir, apartarse para escucharle y obedecerle, es el día que su vida se volvió gloriosa y asombrosa, fue cuando las cosas empezaron a suceder en serio y de ahí nunca más volvió a tener problemas ni a necesitar nada, ya que todo lo que necesitaba y aún más eran desatados por su santidad, es decir por su constante consciencia de la presencia de Dios, su atención a su palabra y su disposición a obedecer, no cree que es tiempo de que haga lo mismo?

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *