En cuantas veces no hemos dicho en nuestra vida,”dios hágase tu voluntad”?, pero pocas de esas ocasiones tenemos una idea clara de la implicación que esto puede tener, ya que en realidad cuando decimos “hágase tu voluntad” queremos decir “haz lo que te pido, pero como si fuera idea tuya”, no es cierto?
En muchas ocasiones, si no es que en la mayoría pretendemos hacer de Dios un ser místico con una voluntad oculta que de alguna manera nos tiene que beneficiar, porque asumimos que es bueno, aunque en realidad no estemos del todo convencidos, aunque sea difícil de admitir, así es, pero en realidad tenemos que entender primeramente quien es Dios y como es que hace las cosas.
Lo he escrito en estas líneas cientos de veces, una de las principales señales de que agradamos a Dios y nos considera de su confianza (sus amigos) es que nos mostrará el futuro, lo hizo con Enoc, con Noé, con Abraham, con Moisés, con David y el mismo Jesús lo hizo con sus discípulos y no lo hizo porque fueran “especiales”, sino porque tenían la actitud adecuada de anteponer el Reino de Dios y su justicia, entendiendo que si el Reino se establecía, todo lo demás sería simplemente cubierto como efecto del Reino establecido.
Por tanto, cuando nos dejamos mostrar el futuro, de manera automática nos quedará lo que hace falta para que lo que se nos ha dicho suceda y es justo ahí donde la cosa se pone buena, pues es donde somos usados por Dios.
Jacob era un hombre que desde su nacimiento no anhelaba otra cosa mas que la bendición de Dios, era lo único que ocupaba sus pensamientos y sus oraciones, hizo todo lo que pudo para obtenerla y no se rindió hasta hacerlo, compró una primogenitura a cambio de un plato de lentejas, engañó a su Padre y se hizo pasar por su hermano para ser bendecido, y no sé cuantas cosas habrá hecho en los 93 años que le llevó el ser bendecido por Dios.
Pero había una cosa que le quedaba clara a Jacob, su manera de vivir no era adecuada, su nombre significa “el tramposo”, y se comportaba de esa manera, por mucho que se esforzaba, todo lo hacía “a su manera”, pero no al modo de aquel que pretendía que lo bendijera, es más, creo que ni siquiera le tomaba en cuenta en su manera de vivir ni le pedía si opinión.
A sus 93 años y de regreso a casa, con esposas, siervas e hijos se topa de frente con el Ángel de Dios y empieza a luchar con Él y le dice “no te soltaré hasta que no me bendigas”, a lo que el Ángel nota que Jacob no tiene la condición para ser bendecido, pues su caminar no es el correcto, por tanto, simbólicamente disloca su cadera y altera su manera de caminar y es entonces cuando le cambia el nombre pues ahora ya no vive igual y le bendice, haciéndole Patriarca sobre el pueblo que acaba de edificar.
Si lo entendemos de esta manera, la bendición de Dios y el tener una relación con Él “a nuestra manera”, son cosas que no comulgan, en ocasiones las condiciones de la bendición no se dan, es por eso que Dios se agrada en mostrarnos el futuro para que seamos nosotros quienes propiciemos los medios para que esto se dé, o bien esperará a tener un encuentro cara a cara con nosotros, para dislocarnos la cadera y cambiar nuestro ritmo y forma de caminar, para poder bendecirnos como corresponde.
Con esto no quiero decir que nuestra vida sea mala y que por eso no seamos bendecidos, el mismo Jacob había pasado los últimos 21 años aprendiendo a ser manso y obediente, solo que no eran sus actos lo que a Dios le importaba, sino su corazón, y a veces nos es difícil ser honestos con Dios y mostrar lo que hay en nuestro corazón, pero cuando lo hacemos, Él lo toma y lo transforma tal como hizo con Jacob, para ponernos en sitios de autoridad y su respaldo en nosotros.