Por alguna razón a todas las personas nos incomoda que se cuestione nuestra fe o que alguien pudiera exhibir el hecho de que no tenemos una relación con Dios como “se espera”, y de ahí se derivan todo tipo de argumentos como el “yo tengo una relación con Dios a mi manera”, “yo soy mas bien espiritual”, o el típico “no soy religioso”, pero ese tipo de argumentos funcionan para con los hombres y a lo mejor podemos sacar a otros de lo que no les importa acerca de nuestra vida, pero no nos pone ni más cerca de Dios, ni elimina la necesidad que tenemos de tener una mejor relación con Él y que ésta de los frutos que Dios necesita que demos.
La Biblia dice que serán nuestros frutos los que nos darán a conocer (Mateo 7:16), es decir, aquello que sembramos diariamente en nuestra intimidad, habrá de dar resultados inevitables e innegables que todos habrán de reconocer, ya que a final de cuentas, todo se trata de Dios y no de nosotros, no?, por tanto no se trata de que seamos “buenos”, sino de que demos frutos, de los que otros se beneficiarán, ya que un árbol nunca come de sus propios frutos, por tanto, ni siquiera nuestra propia opinión acerca de nosotros mismos nos beneficia.
De modo que nuestro objetivo es que Dios habite en nuestro corazón, pero no es para que nos pasen cosas buenas, ni tampoco para que que seamos buenos nosotros y mucho menos vamos a hacer acciones buenas de la nada, es para que ese Dios al que decimos que amamos (pero que en realidad no conocemos) gobierne en nosotros, es decir, que hable a nosotros y le obedezcamos.
Ahora bien, hay que entender las cosas como Dios las entiende y no como nosotros pretendemos acomodarlas, las personas no se acercan a Dios porque piensan que tienen que dejar de tomar, fumar y hacer cosas divertidas, aunque eso no diga la Biblia y nadie lo demande de esa manera, la Biblia nos enseña que de aquello que abunda en nuestro corazón, es de lo que habla nuestra boca (Lucas 6:45), de modo que si Dios habita y abunda nuestro corazón, Dios estará de constante en nuestras pláticas y nuestro hablar cotidiano.
«»Si, René, pero yo ya te dije que no soy religioso y no puedes pretender que ande hablando de Dios todo el tiempo!”
No se trata de que hablemos religiosamente, se trata de que hablemos de aquello que nos consta y de los efectos de Dios, sabe, Dios es todo menos aburrido, todo es cuestión de que le demos oportunidad de llenar nuestra vida de poder y verá como andaremos haciendo cosas que nunca imaginamos y seremos adictos a su efecto en nosotros y por medio de nosotros, nos daremos cuenta que Dios verdaderamente habita en todos lados y tiene que ver con la tecnología, con la ciencia, con la cultura y aún hace uso de quienes no le conocen para manifestarse, las películas es un gran ejemplo de ello, ha visto la película “Sin Límites”?, es la expresión más gráfica del funcionamiento del Espíritu Santo que he visto en mi vida, aun cuando muchos dicen que es una película acerca de una pastilla que mejora el funcionamiento del cerebro humano.
La Biblia nos enseña en la cita de hoy que aquel que crea en Dios podrá beber de su palabra y de su corazón, por ende de su boca brotarán ríos de agua viva, es decir, palabras fundamentadas que den vida a otros, consuelo, consejo sabio y mucho amor!
Es decir, cuando estamos con Dios y Él con nosotros, no tenemos que demostrarlo, ni comprobarlo, nos será imposible dejar de conquistar el corazón de las personas para Cristo por medio de nuestras palabras, nuestra boca será un constante canal de bendición y aun nuestro lenguaje cambiará, ya que nuestra boca perderá su capacidad de maldecir y hablar profanamente, solo por el hecho del efecto de Yeshúa (Jesús) en nosotros.
Por tanto, piense en esto, si aún no se encuentra en ese punto donde todo lo que sale de su boca es de beneficio para los demás, no se preocupe, no tiene que esforzarse por dejar de hablar con maldiciones o profanamente, solo tiene que ponerse en contacto con su Biblia, creer en ella y en el Dios que ésta expresa y su hablar será transformado, tal como lo promete la cita de hoy, y entonces nada podrá detener la bendición que vendrá por consecuencia a su vida.