Todas las personas anhelan bendición, aunque no todas las personas entienden qué es bendición, ni como provocarla, pero tienen un entendimiento general de que bendicion es algo bueno y quien no quisiera que algo bueno le aconteciera?
Bendición viene de bien-decir, es decir, cuando Dios habla bien o a favor de nosotros, por tanto el recibir bendición tiene que ver con el escuchar, tiene que ver con el poner atención a lo que aquel que denominamos como el más grande amor que tenemos tiene que decirnos.
Lo ha notado?, la mayoría de nuestras relaciones acaban cuando dejamos de escucharnos, y pretendemos tener una relación íntima y llena de beneficios con alguien a quien en realidad no nos interesa escuchar.
Es ahí donde donde nos perdemos en nuestro camino a la bendición, cuando el pedir deja de ser nuestra manera de orar y se transforma en un actual dialogo, donde el mas grande, tiene mas que decir y es aquel que lleva la pauta de la conversación.
Si, sé que me preguntará ahora: René y cómo le hago para escuchar la voz de Dios?
La mayoría de las personas no escuchan la voz de Dios por la sencilla razón de que no tienen idea de qué es lo que Dios quisiera hablar de con ellas, pues en realidad las personas conocen tan poco a Dios que el único tema de conversación que tienen con Él son ellas mismas.
Es muy sencillo de entender, cuando estamos en un lugar como en la sala de espera de un consultorio, o una parada de autobús, y estamos con alguien que no conocemos, empezamos a hablar de nosotros mismos y pareciera que entramos en competencia con esa persona de ver como nos aplica más una situación a nosotros y como nosotros sabemos más del tema.
Así hacemos con Dios, nos convertimos en unos expertos del tema, nadie sabe más que nosotros de las enfermedades que padecemos, nadie sabe más que nosotros de lo que pasamos y nadie sufre más que nosotros, pero que no deberíamos mejor escuchar a aquel que sabe más de soluciones que de problemas?, que no sería interesante que Dios nos hablara de la raíz de cada enfermedad, para que pudiéramos de esa manera no solo curarla, sino reconocerla como ajena y desecharla?, pero entonces dejaríamos de ser el centro de nuestra oración y el centro de nuestra conversación con Dios!, y es justo por eso que no escuchamos la voz de Dios.
Me emociona cuando Dios nos anima y nos dice «clama a mi y te responderé y te mostraré cosas grandes y ocultas que no conoces!» (Jer 33:3), si Dios habla, nos va a enseñar los secretos del universo, y nos va a elevar a su nivel, pero si insistimos en ser nosotros los que hablemos, seguiremos en el mismo nivel y seguiremos siendo unos ignorantes de Dios y de su conocimiento.
En la cita de hoy, Yeshúa (Jesús) sana a un leproso y le trataba de enseñar de cómo mantenerse en bendición y recibiendo favores de Dios constantemente, por ello le dijo, no se lo cuentes a nadie, ya que en el momento que lo hiciera, sería el leproso quien se volviera el centro de atención y no Dios, además, olvidaría ir a rendir tributo a Dios como era acostumbrado en ese tiempo (de acuerdo a la ley de Moisés).
La sanidad del leproso venía de la intimidad con Yeshúa (Jesús), y éste le dijo, ahí (en la intimidad) hay más de esto, mantente en la intimidad y no dejarás de recibir, pues no dejarás de oír.
De la misma manera sucede con nosotros, tenemos que dejar nuestros hábitos religiosos, para convertirlos en costumbres de Reino, de modo que dejemos de hacer que nuestra relación con Dios se trate de nosotros y se trate de Dios, que es la fuente de nuestro bienestar, entre más nos enfoquemos en Él, mejor estaremos, entre más nos enfoquemos en nosotros, nos daremos cuenta que tan miserables podemos ser.