Hay muchas personas que hablan de la fe ciega, es decir de la fe que cierra los ojos y lo deja “todo» en manos de Dios y decide confiar en que Dios sabe lo que nos conviene, y con ello deciden “acercarse” al Dios en el que dicen creer.

Otras personas deciden creer que Dios quiere cosas buenas para ellas y que cuando las cosas “se van dando”, es porque la mano de Dios esta de por medio, aunque no estén del todo seguras de ello.

El asunto es que en nuestra fe, siempre dejamos las cosas de Dios en lo informal y en lo casual, ya que olvidamos constantemente quien y como es Dios, abrimos iglesias en bodegas y cocheras, hacemos actividades de limosnas, y muchas cosas suelen ser improvisadas, de hecho pretendemos que otras personas nos den un mejor precio en lo que compramos ya que es “para la obra de Dios”, de manera que nada de lo que hacemos para Dios pareciera merecer lo mejor y lo primero.

La Biblia nos habla justo de todo lo contrario, lo primero y lo mejor debe de ser siempre para Dios, ya que Dios siempre nos ha dado lo primero y lo mejor, empezando por su Hijo quien dio su vida por nosotros y todo aquello que esta en nuestra vida cotidiana.

Es precisamente porque nosotros no tenemos esa consideración con Dios y porque no estamos dispuestos a dar lo primero y lo mejor, que muchas veces nos conformamos con decir “Dios por algo hace las cosas” y frases por el estilo, ya que nuestra consciencia nos acusa todo el tiempo, ya que en nuestra naturaleza esta el hacer como Dios nos indica, aunque nuestra mente y nuestro corazón nos traicionan todo el tiempo.

Ya que las cosas de Dios quedan en un segundo y tercer plano todo el tiempo, suelen ser improvisadas y con una naturaleza contraria a la de Dios, piense en esto, Dios planeó la cruz antes de crear al hombre, es decir, somos parte de un plan perfecto y eterno, todo esta planeado, ya que Dios pretende que no nos perdamos de absolutamente nada y que podamos ejercer nuestro papel de herederos de lo mejor.

La cita de hoy habla de Jesús, quien venía a cumplir su papel en el plan perfecto de Dios de salvar a la humanidad, y como hijo del Dios vivo, no pretendía entrar a Jerusalem como ladrón y por la puerta trasera, por el contrario, lo hizo por la puerta principal y anunciando su llegada, y fue precisamente por eso que aunque las personas no entendían exactamente de qué se trataba este evento, celebraban en su corazón que el día de su salvación estaba cerca, ya que estaba escrito en la palabra de Dios y en la copia de su palabra que sembró en nuestro corazón, por tanto el evento hacía total lógica y llenaba de júbilo a todos los que estaban ahí.

De igual manera, es nuestra naturaleza a imagen y semejanza de Dios, la que nos da la capacidad de hacer cosas excelentes, extraordinarias, perfectas y que reflejen a Dios en todo, siempre que tengamos un plan y siempre que lo pongamos delante de Dios, este va a ser perfecto y va a ser celebrado como la entrada de Jesús a Jerusalem, el vivir bajo la idea de un Dios que “por algo” hace las cosas es mediocre y antibíblico, el planear es parte de nuestra naturaleza, el ver las cosas con anticipación es parte de nuestro diseño y tanto Dios como la naturaleza están esperando ansiosos el celebrar la ejecución gloriosa de cada uno de nuestros planes, tal como la entrada de Jesús a Jerusalem.

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *