La pregunta de como orar adecuadamente es una pregunta que se repite constantemente en la mente y el corazón de las personas y hace mucho sentido, pues pasamos gran parte de nuestra vida “pensando que oramos” y “esperando” que Dios decida responder nuestras oraciones.
Muchas personas confunden el orar con el pedir, pero hace semanas me ha abordado la consciencia de que en ocasiones ni siquiera pedimos, sino recitamos buenas intenciones con un ligero toque espiritual que pareciera una oración (o bien lo que entendemos por oración) y nos quedamos ahí.
Es cierto que la Biblia nos invita a orar sin cesar (1 Tesalonicenses 5:17), pero eso no es sinónimo de que oremos siempre lo mismo, o si?, porque aquel que ora todo el tiempo las cosas y las repite siempre, puede caer en el hecho de no creer que Dios pueda o vaya a responder y además de esto, deja de lado a importancia de hablar con Dios acerca de asuntos que son importantes para Él.
Por qué le cuento todo esto?, es sencillo, muchas personas entienden por orar el cerrar los ojos y dirigirse a Dios, pero en realidad es así como funcionan las cosas?, si es así que debe de ser ese asunto de la oración, entonces, por qué hay tantas oraciones sin contestar?, no cree que debe de llegar un momento en el que la excusa de “Dios por algo hace las cosas” nos debe de ser insuficiente?, será que estamos haciendo mal, o habrá algo que no hemos hecho?
La respuesta a todo esto que le pregunto es sencilla, si si estamos haciendo las cosas mal y no es que venga yo a enseñarle algo nuevo y novedoso, por el contrario, le voy a recordar los rudimentos mas antiguos que existen.
La Biblia empieza con una enseñanza que normalmente pasamos por alto, nos olvidamos por completo que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, por tanto puso en nosotros muchas (no todas) de sus capacidades, entre ellas las de sanar, las de hacer milagros y la de vivir una vida gloriosa, para de esa manera cumplir un propósito y establecer su Reino en la tierra, solo que hemos olvidado vivir de esa manera y hemos aprendido a hacer de Dios un ser lejano y ajeno, en vez de aquel que nos da identidad.
Por tanto, pedimos e insistimos delante de Dios cosas que en realidad están en nuestras manos hacer, cosas que vemos como lejanas, que realmente nos deberían de ser naturales y que suceden por medio de nosotros y no de algo o alguien más.
La cita de hoy viene del libro de los Hechos, que es justamente donde los discípulos de Jesús pasan de la teoría a la práctica, y es en donde empiezan ellos a funcionar creyendo lo que Jesús les dijo, que harían ellos prodigios aun mayores que los que Él hizo (Juan 14:12), de modo que no les queda de otra mas que entenderse a imagen y semejanza de Dios e imitar a Jesús y así como Jesús era uno con el Padre y el Espíritu Santo moraba en Él, así tenían que hacer ellos.
En la cita de hoy, Pedro no pidió a Dios que le sanara, como si fuera alguien ajeno, sino que entendió que su relación con Dios le llenaba de poder y de unción y que tenía que hacer como Jesús, dar de lo suyo, de lo que había dentro de él para poder no solo sanar, sino transformar la vida del cojo que estaba a la puerta del templo.
Es por eso que me emociona cuando leo la gran comisión (Marcos 16:15-18), y nos dice que hay señales que siguen a los que creen, es decir, aquel que sigue señales, no cree en nada, pues necesita de las señales para creer, pero aquel que cree, se ve perseguido por ellas.
Por tanto, medite en esto, cada vez que ore, piense que si no viene de adentro de usted lo que pide, a lo mejor no esta siquiera orándole a Dios, y si está usted repitiendo constantemente la misma petición a lo mejor no le cree usted a Dios, de modo que si va usted a pedir algo, hágalo entendiendo que Dios puso en usted el poder y la autoridad para pedir y declarar cosas una sola vez con la garantía del respaldo de Dios, ya que no solo lo pedirá, sino que saldrá de usted, por medio de aquella identidad que Dios le dio y con la intención de hacer como Jesús, Pedro y los millones que les han imitado desde entonces.