Nuestra imagen ante los demás es algo con lo que batallamos todos los días, hay quienes dicen no les importa mucho, pero en realidad no es así, todos nos alimentamos de alguna manera de lo que otros ven en nosotros o bien de lo que opinan acerca de nosotros.
Hace un par de día observaba a un grupo de jóvenes, de esos que venden pulseras y dijes en las calles, aquellos que se nombran a sí mismos rebeldes y auténticos, aquellos que dicen querer ser diferentes y no del montón y que tienen “su propio” estilo de vida y al mirarlos detenidamente, me di cuenta que mucho de lo que dicen es hasta cierto punto incongruente, ya que tratan de hacerse diferentes de la sociedad convencional, pero solo se hacen iguales entre ellos, se visten igual, hablan igual y les gustan las mismas cosas, y esto es por una simple y sencilla razón, todos necesitamos aprobación de los demás, por eso hacemos ciertas cosas, o nos vestimos de cierto modo, para que aquellos que apreciamos y nos rodean nos aprueben.
Esto que le cuento no es en lo absoluto malo, solo es normal, es parte de la manera en la forma que fuimos creados, somos seres gregarios y reflejamos en lo físico y en lo natural aquello que hay en nuestro interior y en nuestra naturaleza espiritual, la necesidad del reconocimiento y la pertenencia.
Es justo por eso que muchas personas tienen problemas con la religión, pues en muchas ocasiones, sienten que alguien quiere controlar esa situación o los quiere manipular para cambiar de cierta manera y agradar a otros, siendo que en realidad esa es la parte de nosotros que tiene una necesidad natural de agradar a Dios, pero puede llegar a ser que su desconocimiento de Dios les lleve a querer agradar a otros que entienden (erróneamente) más cercanos a Dios.
Lo interesante del asunto, es que tenemos la falsa creencia de que podemos manipular y forzar lo que otros ven en nosotros y en parte podemos, pero será solo temporal y con el tiempo y sin darnos cuenta será exhibida nuestra verdadera naturaleza, ya que las cosas que nosotros hacemos de acuerdo a como son en esta tierra, son como la tierra solo temporales.
Para poder verdaderamente impactar a los demás acerca de lo que somos nosotros, tendríamos que entender las cosas que Dios entiende, por ejemplo, David el Rey comienza los salmos describiendo a los hombres de Dios como árboles, cuando Jesús sanó al ciego, lo primero que el ciego vio fue árboles y no personas, ya que Dios al sanarle, no solo le permitió ver lo natural, sino lo sobrenatural y le permitió ver a las personas como Dios las ve, como árboles.
La Biblia entera nos habla acerca de esto, y tendríamos que entender como funciona la vida de un árbol, el árbol esta plantado en la tierra, pero en realidad lo que lo hace crecer es el agua que le ayuda a asimilar los nutrientes que la tierra le proporciona, de la misma manera, el hombre fue plantado en la tierra, pero no se alimenta de esta, sino del agua, la cual en la Biblia representa la palabra de Dios, de manera que hasta que no dependamos de la palabra de Dios, no asimilaremos adecuadamente aquello que la tierra nos proporciona.
Lo mejor del asunto es que este estar plantados en la tierra, siendo alimentados por la palabra de Dios, nos hará crecer frutos, que al igual que los de los árboles del campo, son vistosos, coloridos, agradables, dulces y siempre renovados, para que los demás tomen y se alimenten de ellos, y no los podremos ocultar.
Por tanto, si lo entendemos como Dios lo entiende, no tenemos porqué esforzarnos por tener una buena imagen ante los demás, nuestra intimidad con Dios y el estar expuestos constantemente a la palabra de Dios hará relucir lo mejor de nosotros y no lo podremos evitar, de esa manera podemos concentrarnos en Dios y nos podemos olvidar de lo que otros piensen de nosotros, sabiendo que siempre seremos inspiradores, agradables y de gran ejemplo.