Es interesante que cuando oramos, todos pedimos cosas buenas, cosas agradables y cosas que nos hacen sentir bien, independientemente de la condición de nuestro corazón, ya que de alguna manera decimos o sentimos “merecer” algo bueno por el puro hecho de que Dios nos ama, pero pocas veces nos ponemos a pensar en lo que pasaría si Dios realmente nos diera eso que pedimos.

Hace semanas estoy por así decirlo “atorado” en el pasaje de Éxodo 20:1-11, que nos habla solamente de el 1er mandamiento de Dios, si, aquel de “amarás a tu Dios sobre todas las cosas”, solo que aquí describe detalladamente ese famoso “sobre todas las cosas” y nos deja claras las expectativas de Dios al respecto y le pone limitantes a nuestra imaginación, como para que no lo podamos hacer a nuestro modo.

La parte que más me emociona del mandamiento es donde Dios nos asegura “Yo soy un Dios celoso”, la verdad es que no hay mejor manera de sentirse amado cuando alguien nos cela, cuando alguien no esta dispuesto a compartirnos con nadie y Dios hace precisamente eso, nos deja claro que no está dispuesto a compartir nuestro corazón con nada ni con nadie y la razón es muy sencilla, la santidad.

La Biblia nos habla de la santidad de Dios, santidad significa apartado, quiere decir que Dios tiene un corazón apartado puro, limpio y sin mancha, en otras palabras, no existe nada más puro en el universo que Dios y nos previene de que no podríamos ver su rostro pues eso nos ocasionaría la muerte, ya que su santidad es tan absoluta que cualquier impureza en nosotros nos destruiría, de hecho así lo relata la Biblia en el ritual que hacía el Sumo Sacerdote que entraba en la presencia de Dios, éste debía ir impecable, limpio, en lo físico, lo moral y lo espiritual, de lo contrario la santidad de Dios lo fulminaría, al grado que el Sumo Sacerdote entraba en la presencia de Dios con cascabeles atados a sus pies y una cuerda, si se dejaban de escuchar los cascabeles, quería decir que el Sacerdote había muerto y jalaban la cuerda para sacarlo.

Esto no tiene la intención de asustar a nadie, por el contrario, por el efecto de la sangre de Jesús somos limpiados a tal grado que podemos entrar en la presencia de Dios, en otras palabras, Dios mismo nos dio el medio para que lo hiciéramos, ahora solo tenemos que tener consciencia de ello.

Cuando leemos la Biblia, nos damos cuenta que Pablo el Apóstol escribía cartas a “los Santos” y no se refiere a los que están en algunas iglesias como imágenes, sino a aquellas personas que habían aprendido a vivir bajo el efecto de la sangre de Jesús y habían decidido apartar su corazón  de manera constante y de manera consciente para Dios de modo que no perdían la condición de recibir el favor de Dios tangible y diferenciarse de los demás.

Que es lo que le quiero decir con todo esto?, es sencillo, muchas veces no recibimos lo que pedimos de Dios, porque no tenemos la condición para hacerlo y se lo voy a explicar.

Mateo 7:6 dice “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”, y si lo pensamos bien, usted puede poner un pedazo de pan en la boca de un perro o bien puede poner el más delicioso de los cortes de carne, al perro le da igual, lo devora y lo acaba en un segundo sin saborearlo, simplemente porque no conoce la diferencia del valor ni el sabor entre ambos alimentos, es por eso que es mejor alimentarlos con croquetas que tienen los nutrientes que necesitan aunque no se vean ni sepan tan apetecibles, pues muchas veces, así nos portamos nosotros, pedimos a Dios cosas, Él nos da de lo que viene de donde Él habita y lo devoramos de una manera asombrosa e incluso lo desperdiciamos como perros, sin darle el valor adecuado y cuando menos lo notamos, ya se acabó, o peor aún recibimos lo que pedimos, y lo menospreciamos, por lo fácil que lo obtuvimos y no entendemos que viene de parte de Dios y hacemos como describe la cita, como los cerdos.

Al orar conforme al Padre nuestro, pedimos a Dios que nos dé el pan nuestro de cada día, y a veces ese pan no sabe a mucho, pareciera que nos están dando croquetas, pero no se acuerda del Pueblo de Israel?, los Israelitas fueron tratados como novia y despreciaron a Dios, por tanto tenían que aprender a entender a Dios como tal y lo que viene de Él como su mano, y tuvieron que comer maná durante 40 años, a causa de su corazón, cuando este fue transformado, Dios les dio entrada a la tierra donde fluye leche y miel y de la cual la Biblia relata que había incluso frutos gigantescos.

Por tanto, cuando ore a Dios y pida algo, sólo piense que usted no tiene porqué pasar 40 años comiendo algo desabrido aunque nutritivo, piense que la sangre de Cristo y el efecto de la cruz nos limpian y nos dan la condición de la santidad, para con ello poder recibir de lo santo y comer banquetes celestiales todos los días.

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Un comentario

  1. Luz Marina

    Graciasd HERMANO por ese alimento en el dia de hor.Gracias. Mil gracias, EL SEÑOR le bendiga.