La Biblia declara que no hubo hombre mas sabio que Salomón y debe de haber sido así pues no solo la Biblia, sino la historia misma reconocen que no ha habido Reino mas grande sobre la tierra que el de los Israelitas en tiempo de Salomón, su sabiduría lo llevó a la abundancia y a reflejar de una manera como nadie mas lo ha hecho aquello que hay en los cielos aquí en la tierra,

A veces me gusta imaginar como serían las cosas hoy en día si hombres como Salomón vivieran, seguramente la prensa lo asediaría y le preguntaría cual es la formula para su éxito y me emociona pensar que no respondería otra cosa que lo que escribió en el libro de Cantares: “Yo soy de mi Amado y mi Amado es mío” (Cantares 6:3).

Cada vez que pienso en esta cita y la repito, no puedo evitar que se me erice la piel, que grado de intimidad había entre Dios y Salomón como para verdaderamente decirse suyo primero y luego poder decir que Dios le corresponde, esto va mucho más allá de lo que estamos acostumbrados en lo cotidiano.

Creo que aún pocos matrimonios pueden hablar en ese todo y decirse propiedad mutua y saber y depender de los movimientos del otro para poder siquiera respirar, y sé que esto pudiera sonar exagerado, pero piénselo, alguna vez ha amado a alguien en esa dimensión?

Al momento de decir el famoso “Padre Nuestro”, Jesús era uno solo con Dios por eso mismo el decir Padre “Nuestro”, era algo natural en Él, Jesús sabía que había de morir y sabía que debía ser obediente hasta la cruz y sabía que el dolor que habría de pasar era algo compartido, ya que no solo lo sentiría Él, sino que el Padre sufriría de la misma manera por ver a su Hijo en esas condiciones, pero mas importante, Jesús compartía la pasión del Padre por la humanidad y se emocionaba ante el plan de poder proveer una solución absoluta y plena para el pecado y para dar a otros vida por medio de su muerte.

Es por eso que tenemos que pensar bien lo que decimos al entornar un “Padre Nuestro”, pues tiene una gran implicación, Jesús nos estaba mostrando que el secreto del poder de una oración radicaba en el sentido de pertenencia que le demos a nuestra relación con Dios, es decir, en el momento que nos entendamos propiedad de Dios y sepamos que Dios no se negaría nada a sí mismo y en el momento que tenemos propiedad de Dios y que debemos de amarle como si le tuviéramos que cuidar.

Que interesante es el hecho de que podemos pensar y meditar en cosas tan profundas en una oración que parece tan sencilla, que tiene implicaciones tan específicas y tan poderosas, podemos repetir una oración una y otra vez y no tener una efecto posterior, o bien podemos hacer nuestra la oración entendiendo la mutua propiedad con Dios y con ello desatar el poder de frases simples que nos ponen en el corazón del Padre y provocan bendición que trasciende.

Normalmente cuando oramos, lejos de sentirnos propiedad de Dios o sentirlo nuestro, sentimos que de alguna manera Dios tiene la obligación de responder nuestra súplica, ya que se “supone” que nos ama, y así le tratamos, pareciera que le exigiéramos que nos demuestre ese amor que nos tiene y que no estamos dispuestos a corresponder a menos que nos cumpla aquello que llevamos delante de Él, cuando tenemos la oportunidad de no tener la necesidad de pedir nunca más sino entender que por medio de ese sentido de pertenencia mutua, tenemos acceso a todo aquello que es suyo, y la garantía de no volvernos a sentir solos jamás.

Por eso es preferible hacer un alto en el camino y hacer como Salomón, entendernos mutuamente propietarios con Dios, para de esa manera dejar de pedir y empezar a declarar aquello que no solo nos beneficia, sino primeramente refleja el Reino de los Cielos y nos da poder, nos da amor y nos da la capacidad de que no solo recibiremos de parte del Padre, sino que seremos parte de la bendición y de aquello que ha planeado hacer desde el principio de los tiempos.

Ahora si, piénselo bien, ya está listo para poder decir “Padre Nuestro”?

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