Que interesante es meditar acerca de la oración, ya que es algo que todos decimos que hacemos, pero a su vez todos llegamos a cuestionarnos si en realidad la hacemos adecuadamente y si en realidad recibiremos respuesta a todas nuestras oraciones, y es ahí donde empieza lo divertido, ya que por un lado la palabra de Dios nos promete que habrá respuesta a las oraciones, e incluso hay una parte que dice que Dios responde tan rápido como el relámpago y el rayo, mas todo es cuestión de creer.

A lo largo de mi caminar en Cristo he aprendido a diferenciar lo que es orar y lo que no es orar, ya que la misma Biblia lo categoriza de esta manera, habla de ruegos y peticiones, de oración y de declaraciones de fe, también habla de entrar a la presencia de Dios con agradecimiento, lo nota, son 5 cosas diferentes, aunque normalmente solemos limitar el concepto de nuestro pedir como orar.

Es interesante pensar que normalmente todo lo que oramos tiene que ver con nosotros  mismos empezando con el pedir, el agradecer y lo poco que llegamos a hablar con Dios, de hecho he llegado a descubrir que hay casos (ojo!, dije casos), en los que pedimos por otros y no porque nos interese que sanen o les vaya bien, sino porque su bienestar nos evita dolor y sufrimiento a nosotros, y aunque le cueste trabajo creerlo es cierto, no podría encontrar manera mas egoísta de ir delante de Dios!

En fin, no es mi intención el venir a juzgar la oración de nadie en este escrito, sino a ponerla sobre la mesa para que meditemos acerca de ello, ya que he aprendido que en la oración también aplica el famoso principio de la siembra y la cosecha y se lo voy a explicar.

En muchas ocasiones he retado a muchas personas a orar dejando fuera sus peticiones y sus agradecimientos y el 99% de las personas terminan respondiendo que no tienen idea acerca de que “orar”, y sabe por qué es eso?, es simple, no saben nada acerca de su interlocutor y no tienen idea de que podrían hablar con Él, por ello el único tema en común con Él, son ellos mismos, uff! que fuerte se escucha eso, pero que cierto, no lo cree?

El otro día escuchaba un audio de Dante Gebel que cuestionaba el hecho de que oramos en cualquier momento y soltamos nuestras plegarias delante de Dios como si este no tuviese mayor cosa que hacer mas que esperar a que pusiéramos delante de Él nuestros alimentos y nuestras súplicas para bendecirlos y atenderlos, y sabe, entiendo a Dante Gebel, y apoyo su comentario, porque lejos de entender que tenemos un Dios que es Rey sobre el Universo, hemos aprendido a tratarle como un toma pedidos y un sirviente.

Cuando pienso en esto, recuerdo que delante de un Rey siempre hay un protocolo, y siempre hay una cita previa, por tanto el que el velo haya sido quitado de entre Dios y los hombres, no significa que Dios haya bajado de categoría, por el contrario, sigue siendo Rey, solo nos quitaron el requisito de ser Sumos Sacerdotes y nos quitaron la necesidad de la santidad extrema para poder ir delante del Rey, pero Él no cambió, Él sigue siendo el mismo que ha sido y el que será por la eternidad, por tanto tenemos que entender que si en la tierra no podemos entrar delante de ningún Rey sin un regalo o una ofrenda, con El Rey tampoco podemos hacerlo.

Pienso en esto, y esto me ha dado vueltas a la cabeza una y otra vez, si tuviéramos acceso a un monarca de cualquier tipo en la tierra, lo primero que haríamos sería guardar silencio delante del monarca de acuerdo al protocolo, ya que primero se le deja hablar a él y cuando éste nos conceda la palabra podremos hablar nosotros, por lo general con una agenda y temas específicos, no simplemente hablaremos sin sentido ni orden, le suena lógico?, pues con Dios normalmente hacemos lo contrario, pensamos que en cualquier momento podemos empezar a hablar lo que querramos, ya que por lo general no esperamos siquiera escucharle y menos el que opine acerca de nuestros asuntos, solo que los cumpla, pero no que intervenga.

Y no quiero que este devocional suene como un regaño (sé que es difícil), pero quiero darle elementos para que su oración sea eso, una oración y luego que sea efectiva, y antes de poder decirle que hacer, necesito decirle lo que tiene que dejar de hacer y necesito darle ejemplos, para que le quede mas claro.

Si lo nota, pareciera que en menos de lo que hemos podido leer las palabras que he escrito el día de hoy, Dios se convirtió en alguien lejano e inalcanzable, pero no, por el contrario, entienda que tras estar conscientes del protocolo y la importancia de ante quien estamos, el Rey nos guiña un ojo y nos invita a sentar en sus piernas y nos demuestra su amor, su ternura y lo mucho que nos ha extrañado en su presencia (ups!), ya que a veces con nuestra actitud, nuestras peticiones y nuestro apuro por “cumplir”, no alcanzamos a llegar a la presencia de Dios y por tanto nuestras peticiones tampoco, y no es que no las responda, sino que no llegaron a ningún lado.

Todo esto que le cuento, me consta, no hay cosa mas deliciosa que hacer una cita con el Rey, prepararse para ella, preparar lo que le llevaremos, presentarnos delante de Él y escucharle y muchas veces darnos cuenta que lo que íbamos a pedir ya esta resuelto en aquello que escuchamos de parte de Él.

Muchas personas luego se esfuerzan en escuchar la voz de Dios y se frustran por no poder hacerlo, y sabe, en muchas ocasiones tiene que ver con la preparación, con la consciencia de ante quien vamos y la disposición a escuchar lo que tenga que decirnos, y no solo las respuestas a nuestras dudas, en otras palabras, quieren la voz pero no al que la habla.

La cita de hoy nos habla del famoso principio de la siembra y la cosecha y creo que en el primer lugar donde aplica es en nuestra relación con Dios, entre más le conozcamos y entre mas sepamos de Él, podremos sembrar mas en nuestra relación, podremos ser mas como David, quien se preocupaba por agradar el corazón de Dios, no se limitaba a “ser bueno”, sino que planeaba cada encuentro, provocaba la presencia de Dios y luego hacía que durara tanto tiempo como fuera posible, al grado que Dios le reconoció como el mas grande Rey sobre la tierra hasta los días de hoy, todo por sembrar en el corazón de Dios y cosechar como nadie mas lo ha hecho.

Piense en esto, siembre en conocer mas a Dios, siembre mas en obedecerle y menos en “ser bueno” según su propio entendimiento, siembre en las cosas eternas y no en las efímeras y reconozca que dentro de las cosas que normalmente pide, están las cosas básicas para las cuales Dios ya estableció una promesa previa con una condición a cumplir, en cuanto esto se cumpla, usted tendrá el tiempo necesario para tener intimidad con Él y cosechar los beneficios del Reino de los Cielos, en otras palabras, dependiendo de lo que siembre, eso mismo cosechará, no lo cree?

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