He aprendido a tener cuidado cuando escucho frases tan típicas y tan peligrosas como “existe una línea muy delgada”, ya que es un término que a veces pareciera permitirnos hacer ciertas cosas o incurrir en ciertas actitudes que nos ponen en un verdadero peligro sin ninguna necesidad, mas pareciera que disfrutamos bailar sobre esta “delgada línea” como si fuera una cuerda floja que nos hará caer en algo que definitivamente nos hará daño, mas que nos gusta jugar con la posibilidad de salir bien librados con “el favor de Dios”.

La verdad es que no existen tales cosas como las “delgadas líneas” que dividen lo bueno y agradable a Dios y lo malo y que pone en riesgo nuestra vida, solo son ilusiones ópticas que hacen ver a una delgada línea como si tuviera la capacidad de tapar un grande y profundo abismo que divide lo bueno de lo malo, mas insistimos en verlo como una pequeña y delgada línea para poder jugar con las posibilidades y culpar a las circunstancias o a “la línea” de que “caímos en pecado”, siendo que lo planeamos, lo saboreamos y luego fingimos que no sabíamos que pasaba.

Así es, eso de “caer en pecado” es también un mito, pues no existe tal cosa como “caer en pecado”, y pareciera sonar como que alguien tubo una ausencia de su propia mente y de repente se encontró pecando víctima de la traición de su propio subconsciente que reacciona con voluntad propia y nos domina. El pecado sucede en la mente y no en los actos, es decir, pecamos cuando decidimos dejar entrar al pensamiento, no cuando cometemos lo que llevamos días o semanas pensando y maquinando en nuestra mente.

Lo nota?, no puede haber una delgada línea donde hay un pecado que viene maquinándose en la mente de alguien por horas, días o semanas, o si?, de pronto la delgada línea se hace tan ancha como una autopista de dos vías o nosotros tan pequeños que podemos transitar cómodamente sobre la línea, pero en realidad solo estamos engañando a nuestra conciencia para que no pueda invocar a su amigo el sentimiento de culpa y podamos pecar con toda libertad, para eso nos sirve “la delgada línea”.

Que interesante es el meditar acerca de las palabras que usamos y el efecto que tienen en nosotros, no?, que interesante vernos expuestos y darnos cuenta que vivimos bajo un constante ataque de nosotros mismos hacia nosotros mismos en vez de hacer lo que nos es demandado por Dios, y vivir una vida como Él nos la garantiza, en otras palabras, las delgadas líneas nos sirven para sabotearnos a nosotros mismos y terminar usando esta misma línea como la cuerda que nos ahorcará y le pondrá fin a cada uno de los sueños que tenemos.

Y quien piense de esta manera, dirá que hay una delgada línea entre el poner las cosas en manos de Dios y la pereza de esforzarnos, siendo que no es de esa manera, el poner las cosas en manos de Dios requiere de fe, por tanto, para tener fe, tenemos que haber leído la palabra de Dios para tener un fundamento para esa fe que decimos tener, ya que la fe solo es provocada por la palabra de Dios, y no por ninguna otra cosa, por tanto la pereza es la que nos aleja de la fe y el poner las cosas en manos de Dios es un acto de consciencia, conocimiento y fe activa, no fe dejada y perezosa.

La cita de hoy denota el abismo que hay entre “dejar las cosas en manos de Dios” según el lenguaje y la costumbre común y quienes viven una verdadera fe, una fe activa y una fe que recibe no lo que pide, sino lo que la Biblia promete todos los días de su vida y esto es tan sencillo como el recibir lo que “Dios quiera” y el poder administrar y planear las bendiciones que recibiremos, interesante, no?

De manera que es decisión nuestra el decidir de que lado del abismo vivimos, si del que se esfuerza y recibe o del que juega a las ilusiones ópticas y que pretende con una delgada línea el tapar un abismo e imaginar que lo cruza, haciendo inevitable su acida y que termina por culpar a la línea por sus errores.

Es por eso que el día de hoy, le invito a reflexionar sobre todas las delgadas líneas que hay en su vida y se haga consciente del peligro que corre y que le rodea por sus ganas de pecar y manipular la palabra de Dios a favor de su pecado, en vez de vivir una vida de justos y de administradores de la bendición y la gracia de Dios.

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