Hace semanas da vueltas en mi cabeza y en mi corazón aquel falso entendimiento que tienen muchos acerca de que Dios quiere que seamos “buenos”, siendo que en realidad la mayoría de quienes así piensan, no entienden el concepto de ser buenos, mas bien entienden el concepto de “no hacer cosas malas”, pero el no hacer cosas malas, no nos convierte en personas “buenas”, no sin tomar en cuenta que cada persona tiene su propio concepto de lo que es “bueno” y de lo que es “malo”.

Cuando pienso en esto, no puedo evitar en pensar en todas aquellas personas que salen de problemas de alcohol y de drogas y que cuando hablan con otras personas, hablan todo el tiempo de su pasado, de quienes ya no son, de todo lo que hicieron, de lo malo que había en ellos y hablan todo el tiempo de lo que fue, pero no tienen mucho que hablar de lo que es, ya que sólo dejaron de ser “malos”, pero aún no llegan a ningún lado, y no es que esto sea malo, pero creo que es aquí donde queda mas que claro el ejemplo de que el no ser malos, no nos hace buenos.

Y la verdad es que Dios nos puso las cosas mucho mas fáciles, Dios no necesita que le demostremos que somos buenos o ni tampoco que ya no somos malos, eso es demasiado complejo y por demás desgastante, en verdad, lo primero que tenemos que reconocer es que necesitamos de Él para dejar de vivir una vida a  la deriva y una vez que le invitamos a nuestra vida, todo es cuestión de dejar de vivir sujetos a nuestros pensamientos y empezar a vivir en base a lo que escuchamos de parte de Dios vía nuestro espíritu, ya que solo eso nos hará espirituales, el obedecer al Espíritu de Dios, no lo cree?

Es por eso que Dios dejó la medida clara, para que no batallemos, para que no tengamos que inventar nada y para que nadie nos pueda decir que no es cierto, una vez que escuchamos al Espíritu de Dios por medio del espíritu que nos da cuando nacemos de nuevo, este va sembrando una semilla en nosotros que va germinando y creciendo conforme escuchamos y obedecemos esa voz interior que es mas poderosa que nosotros mismos, pero que tenemos que aprender a diferenciar de nuestros pensamientos y sentimientos por medio del conocimiento de la palabra, para que no nos confundamos.

Esa semilla que germina y crece en nosotros, es una que va a dar una variedad de frutos que son distintos pero dependientes entre sí, es decir, estos frutos no pueden crecer unos si y otros no, aunque son de distinto género en apariencia vienen de la misma semilla, de modo que todos se dan simultáneamente y todos lucen por igual, de modo que no hay manera de evitarlos ni de favorecer a unos y a otros no.

Note como todas aquellas cosas que normalmente ocupan nuestra oración están contenidas en  estos frutos, es decir, no son cosas que Dios nos de, como lo pensamos cuando oramos y pedimos por ellas, sino son cosas que Dios siembra en nosotros y es nuestro deber ser tierra fértil y el regar estas semillas con la palabra de Dios para asegurar que entren en nuestra vida, así es como funciona esto y de ninguna otra manera.

Por tanto, el ser “buenos” tiene una medida diferente a lo que pensábamos, ya que se desglosa en un basto número de actitudes que no podemos provocar a menos que sea por medio del Espíritu de Dios, cuando éste es constante en nosotros y le permitimos hacer su efecto en nosotros, en otras palabras, no es que tengamos que ser “buenos” para que Dios habite en nosotros, sino el hecho de que Dios habite en nosotros nos hace buenos por medio de su presencia y de su Espíritu.

Uno de los aspectos interesantes de estos frutos es que se pueden imitar, pero no mas de uno a la vez, es decir, podemos imitar el amor, pero no ser mansos a la vez, o podemos imitar el ser pacientes, pero no podemos ser bondadosos al mismo tiempo, pero cuando Dios inspira estos frutos en nosotros, nos son inevitables y simultáneos, de modo que no podemos evitar reflejar a Dios, ya que es su corazón el que está detrás de ellos.

Por tanto, si usted quisiera saber que es lo que necesita hacer para que estos frutos se den en usted, es mas sencillo de lo que imagina, lo primero que necesita entender es que el pecado original de Adán y Eva nos trajo por consecuencia el nacer muertos en espíritu, y es nuestro espíritu quien nos permite escuchar la voz de Dios, y esto no se soluciona bautizándonos de pequeños, esto se soluciona con un acto racional llamado “nacer de nuevo”, esto no lo inventé yo, esto nos lo dejó muy claro Jesús y derramó su sangre para respaldar este hecho, una vez habiendo nacido de nuevo, lo siguiente es aprender a escuchar la voz de Dios y distinguirla de nuestros pensamientos y sentimientos por medio del conocimiento de la palabra de Dios, que es a su vez el agua que hace crecer la semilla que el Espíritu siembra en nosotros para dar esos frutos de los que habla la cita de hoy.

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2 Comentarios

  1. Flor de María Gómez Delgadillo

    Hola Rene, Precisamente estaba por hacerte una consulta sobre lo que pasa cuando sigues hablando de tu pasado respecto a todo tipo de adicciones y/o problemas emocionales, que de algún modo ya superaste o estas trabajando en ello.