Uno de los mayores mitos que existen con respecto a nuestra relación con Dios, es el hecho de que tenemos que cambiar, y eso es algo que no es fácil para nadie, ya a nadie nos gusta que nos digan que estamos mal en algo, por tanto si entendemos por el acercarnos a Dios la necesidad de cambiar, obviamente trataremos de resistir este hecho lo más que podemos.
Quien piense que tiene que cambiar está equivocado, pues eso sería tanto como admitir que Dios se equivocó al crearnos y que tenemos que cambiar lo que esta mal por algo que está bien, siendo que en realidad solo tenemos que ser transformados en aquello que nunca hemos puesto delante de Dios antes para poderlo entender más desde la perspectiva de Dios y menos desde la perspectiva propia.
Por tanto, es nuestro deber el ser transformados en nuestro entendimiento constantemente, de modo que las cosas que entendemos de nuestra vida cotidiana y que están de acuerdo a las reglas de los hombres, obtengan ese tinte celestial que necesitan y podamos ver las cosas desde la perspectiva de Dios.
Lo he repetido por años, una de las características del carácter de Dios que mas me emocionan es el hecho de que es un Dios celoso, es decir, que no está dispuesto a compartirnos con nadie, pero sabe, con el paso del tiempo el concepto de celos se ha confundido con los actos que muchos suelen hacer a consecuencia de los mismos celos, por tanto, lo que es una característica del carácter de Dios se ha convertido al menos en definición en algo malo y en algo agresivo.
En otras palabras, no es que Dios sea inseguro y que tenga problemas de identidad, por el contrario, Él sabe bien quien es y sabe bien con quienes ha pactado en fidelidad, por tanto tiene el derecho de reclamar y defender aquello que es suyo, porque nosotros se lo hemos entregado, no es algo que haga arbitrariamente.
Dios es un Dios de pactos, es decir, cuando nos comprometemos con Él en algo, Él toma la contra parte de ese pacto y aunque nosotros no pretendamos cumplir nuestra parte del pacto, Él si lo hará y nos perseguirá hasta que nos quede claro.
Ayer pasé uno de los mejores tiempos de alabanza de mi vida, el grupo entonaba una canción que habla de una verdad ineludible describía los celos de Dios, pero sabe, no son celos histéricos y viscerales como los que usted y yo podríamos sentir, son celos que transforman y celos que reclaman un derecho dado, la canción decía algo así como “no te rendirás hasta tenerlo todo” y aún mas impactante la respuesta del compositor era “te entrego mi corazón”.
Al escuchar esto, no pude evitar quebrantarme, no pude evitar pensar en cada uno de los momentos en los que recuerdo claramente como es que Dios ha venido una y otra vez pacientemente a recordarme que tenemos un pacto y que ese pacto es eterno, nunca dejará de ser y que siempre perseverará ese pacto hasta que Él y yo seamos uno, y sea tal como planeamos, como nos comprometimos y como fue escrito.
En el momento que esto me quedó claro, lejos de sentirme abrumado y a lo mejor acosado por los celos de Dios, me sentí halagado, altamente anhelado y me envolvió un dulce abrazo que Dios había querido darme hace un largo tiempo.
Toda mi vida he intentado adoptar esta característica de Dios, toda mi vida he tratado de hacer sentir amados a mis seres queridos por medio de los celos que siento por ellos, reclamando mi tiempo, reclamando mi lugar, reclamando aún mi nombre y posición como amigo, como hermano, como alguien con quien se ha hecho un pacto, es mi mejor manera de demostrar mi amor, tal y como lo hace Dios.
Se que con el concepto que todos hemos conocido de los celos, esto podría sonar algo raro, pero entiéndalo desde la perspectiva de Dios, Él reclama un derecho y una responsabilidad y los celos son su expresión más sublime de amor, algo que los hombres han transformado en algo agresivo y obsesivo, en realidad es una muestra de ternura y firmeza a la vez, no lo cree?
Excelente definicion sobre el celo de Diosvque habla la palabra.bendiciones.