Es interesante como sólo es cuestión de sentarse a observar a las personas y de inmediato podemos entender las diferencias entre la manera como funcionan las cosas en la tierra y como funcionan en el Reino de los Cielos.

Una de las cosas que he aprendido es que una cualidad en las personas y a su vez de las mas apreciadas es el poder de negociación, el que es buen negociador, es admirado y si realmente es bueno para negociar, llegará lejos en la vida, una de esas personas que ha sido buen negociador y vive de ello es Robert Kiyosaki el autor del famoso libro “Padre rico, Padre Pobre” entre otros.

El problema radica cuando queremos llevar las cosas de la tierra a nuestra intimidad con Dios, cuando nos damos cuenta que con Dios no podemos negociar y que lo que tiene valor en la tierra, no tiene valor alguno en el Reino de los Cielos.

En ocasiones nos damos cuenta que hay carencia de cualquier tipo en nuestra vida y nos damos cuenta de que “x” ó  “y” actitud está mal en nosotros y lo primero que solemos pensar es que nos va mal a causa de aquello en lo que estamos equivocados y empezamos a negociar con Dios, y todo depende de cuanto estemos dispuestos a ceder en aquello que está mal en nosotros que nos pongamos difíciles y querramos incluso poner nuestras condiciones a cambio de dejar aquello que nos afecta.

Ese es el problema de las negociaciones, quien negocia nunca lo hará con la intención de perder, y puede llegar a perder de vista que todas aquellas cosas que están escritas en la Biblia son primeramente a favor del establecimiento del Reino de Dios que es para lo que estamos en esta tierra y segundo, por consecuencia todas nos convienen, por tanto el querer negociar con Dios, solo nos pone en una posición absurda y de desconocimiento de quien es Dios y cual es nuestro papel en su Reino.

Una vez que entendemos esto, la primer reacción es la de la falsa humildad donde de la nada estamos dispuestos a “perderlo todo”, la pregunta es “perder?”, aquel que dice perder algo, está sacrificando algo, por tanto lo que hace le es mas que impuesto y no lo hace con el corazón adecuado, y esto es a causa del desconocimiento del propósito de Dios en lo que se hace y sin darnos cuenta, seguimos negociando, con la diferencia de que nos declaramos perdedores en la negociación sin haber siquiera empezado a dialogar con Dios.

La Biblia declara que la derrota es algo del Diablo, de hecho, la Biblia nos nombra como “mas que vencedores”, pero esto es juntamente con Jesús, en otras palabra, jugamos en el mismo bando, aunque a veces no lo veamos así.

Si lo entendemos adecuadamente, no tenemos siquiera que vencer al Diablo, este ya fue vencido en la cruz, por tanto solo tenemos que obedecer la palabra de Dios y resistir y alejarnos del pecado, en ningún lado nos dice que haya luchas y seres a quienes derrotar, la pelea fue peleada por nosotros, ahora nuestro trabajo es creerlo.

Al negociar, normalmente ofrecemos actitudes, es decir, prometemos ser buenos, como si el ser buenos fuera una moneda de cambio, cuando la Biblia nos dice que es un fruto del Espíritu y una consecuencia de nuestra intimidad con Dios, algo que incluso difícilmente podemos generar nosotros por voluntad propia.

Recuerdo que cuando me di cuenta de esto, mi manera de relacionarme con Dios cambió radicalmente, ya no sentía la necesidad de “ser bueno”, aprendí que todo lo que tengo que hacer es tener intimidad con Él y su bondad se verá reflejada en mi.

Es chistoso que de chicos aprendimos lo contrario, primero teníamos que ser buenos, para luego poder estar en intimidad con Dios, siendo que la Biblia que tiene miles de años lo puso por escrito de otra manera, no cree?

Al no tener la capacidad de “ser buenos” a cambio de algo, la negociación en nuestra vida se acabó, y no nos queda mas que rendirnos a Dios y anhelar su presencia de día y de noche, hasta que Él se refleje en nosotros.

Como ve?, esta dispuesto a dejar de negociar?, con que propósito?, con ninguno, simplemente el preparar el terreno para aquello que Dios quiera hacer en nosotros.

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