Cuando era niño (hace tan solo algunas navidades) mis Padres tuvieron a bien el regalarnos a mi hermano y a mi un par de patines a cada uno y con ello inauguraron una nueva era en nuestra vida, todo nuestro mundo cambió y durante años todo lo que buscábamos hacer en nuestro tiempo libre era salir a patinar, al grado que lo único que pudo lograr terminar con ese tiempo fue años después cuando esos patines dieron de si y terminaron en la basura.

Hace unos días recordaba con gran emoción y con gran nostalgia ese tiempo, ya que no solo fue una gran época, sino que me recordó lo importante que es mi hermano para mi, el tiempo en el que patinábamos era sólo nuestro y aunque había quienes por temporadas se juntaban con nosotros, era un tiempo en el que nadie mas tenía cabida.

Patinar es algo especial, ya que es más rápido que caminar, es algo que te hace sentir mas ligero, es algo que te hace ver bien ante los demás y es algo que a pesar de que eres tu el que da impulso al movimiento, dependes al 100% de un factor externo para que suceda, el patinar también es un acto de consciencia ya que no puedes patinar en cualquier terreno, a menos que quieras echar a perder tus patines, pero hay suficientes lugares aptos para hacerlo en cualquier ciudad.

Cuando pensé en todo esto, me di cuenta que hay una gran similitud entre el patinar y el tener una relación con Dios, ya que una relación con Dios acelera las cosas, te hace sentir ligero, cambia tu semblante al grado que otros lo notan, somos nosotros los que damos el impulso inicial, pero dependemos al 100% de Dios quien es el que da velocidad y poder a esa relación y esa forma de vivir, al igual que patinar, es un acto constante de consciencia, ya que no se puede ir a todo lugar, a menos que querramos echar a perder nuestra relación con Dios, pero hay tantos lugares geniales a donde ir que el resto no son importantes, nota las similitudes?

El caso es que aproveché esta temporada de vacaciones y la visita a mi familia para retomar esta tradición, la de patinar, y le compartí mi idea a mi hermano y cuñada de buscar un lugar donde rentan patines y hay un espacio para usarlos, para mi sorpresa mi cuñada comparte el gusto por patinar con nosotros, así que sólo nos tomó una búsqueda en internet y el plan estaba armado.

Una de las cosas que mas me emocionaba era el que llevaríamos a mi sobrino de 5 años por primera vez a un lugar de estos y era mi intención el contagiarlo por el gusto de patinar, una vez ahí en menos de 5 minutos nos encontrábamos todos en nuestros patines y listos para arrancar.

Como es usual, había muchas personas sin experiencia en patinar en este lugar y fue ahí donde Dios me abrió los ojos y me dijo “pon mucha atención” y así hice, me percaté que aquellas personas que nunca habían patinado o aquellas sin mucha experiencia, tienden a tener una constante consciencia del suelo por tanto sus manos siempre están apuntadas hacia el suelo, y tratan de agarrarse de cualquier objeto o pared cercanos, de hecho, una vez que se sienten inseguras, prefieren tirarse al suelo que seguir intentándolo, es algo que he visto en cientos de ocasiones, pero nunca le había puesto atención.

Obviamente no soy un patinador experto y menos después de muchos años de no patinar, pero no me fue difícil el subirme a mis patines y emprender la marcha, la rivalidad natural entre mi hermano surgió en solo minutos y cuando menos lo pensamos estábamos tratando de demostrarnos quien patinaba más rápido, pero nuestra falta de destreza atentó contra nuestro equilibrio casi de inmediato, pero extrañamente lejos de apuntar nuestras manos hacia el suelo o algún objeto cercano, el instinto nos llevó a elevar nuestras manos al cielo para recuperar el equilibrio y cuando lo noté, me di cuenta que las personas que patinaban con mayor agilidad hacían lo mismo, wow! que interesante!

Por tanto entendí que los principiantes y los que lo hacían por primera vez tendían a buscar el suelo como seguridad y los mas experimentados levantaban las manos buscando equilibrio, tal como hacemos en nuestra fe.

Me puede fascinar el hecho de que aquellos que nunca han disfrutado de la presencia de Dios conscientemente, cuestionan el hecho de que levantemos nuestras manos a Dios, aún cuando la Biblia habla de ello, muchos entienden el hecho de levantar sus manos como un acto de rendición y coincido con ellos, pero el enfoque que entendí ayer me hizo absoluto sentido espiritual, mas no terrenal, no hace sentido el levantar las manos para obtener equilibrio, a menos que te encuentres en movimiento, tal como sucede en nuestra fe, no hace sentido que levantemos nuestras manos a Dios a menos que nos encontremos en movimiento, quienes tienen una fe estática no lo ocupan y no lo entienden.

Esto que le cuento no es una regla, ni está documentado en la Biblia, pero si lo observa, es algo que hace total sentido, el adorar a Dios y reconocerle como tal, hace que levantemos nuestras manos en señal de que necesitamos ayuda de lo alto para no perder el equilibrio en nuestro caminar, tal como sucede en el patinar, es lo que asegura que podamos seguir avanzando sin bajar la velocidad y el ritmo, mientras quienes prefieren hacerlo lento buscarán el suelo y las cosas de la tierra respectivamente.

Es por ello que si usted va empezando en su relación con Dios, tenga esto en mente, a veces prefiere hacer las cosas poco a poquito y agarrado de lo que conoce o bien puede darle un impulso a su fe y simplemente levantar sus manos a lo alto en señal de adoración y reconocimiento a Dios de manera que su caminar tome velocidad y ritmo y lograr que cada una de las promesas de la Biblia se hagan verdaderas y tangibles en su vida.

Si usted tiene tiempo de tener una relación con Dios y no está acostumbrado a levantar sus manos, que espera?, agarre impulso y disfrute de la intensidad de como hace Dios las cosas y déjese llevar por el todopoderoso, solo levante sus manos y adore!

¡Comparte esta entrada, elige tu plataforma!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *