Muchas personas no tienen una buena relación con Dios porque no saben que esperar de ella, es decir, saben que con Dios todo puede ser mejor, pero en realidad no saben que es lo que hay que mejorar o bien cual es ese nivel de “mejor” que deben de anhelar.

Todos pasamos por un momento en el cual de repente todo parece malo y todo lo que hacemos parece no agradarle a Dios, aunque en realidad somos nosotros los que lo vemos mal o bien los que nos rodean y el ruido que eso nos ocasiona en nuestra mente es el que no nos permite ir a la presencia de Dios y no nos permite escuchar que es lo que Él opina de nosotros.

Me asombra mucho cuando las personas dicen constantemente “se que no estoy bien y que tengo muchas cosas por cambiar”, y aún cuando lo dicen con sinceridad, ya que hay una verdadera intención de cambio, no saben que es lo que deberían de cambiar en si ni por donde empezar y esto es tan sencillo como que aquello que pudieran entender como “malo” es parte de ellos o de su naturaleza o bien, es algo que disfrutan o de lo que dependen y no están realmente dispuestos a cederlo o cambiarlo.

Recuerdo que cuando empecé a trabajar en la hotelería, no estaba el todo convencido de hacerlo, pero lo hice porque sabía en el fondo que era algo que me podía convenir y quien iba a decir que ha sido a lo que me he dedicado en los pasados 15 años, y recuerdo que como no tenía mucha idea de que se hacía en el área de ventas y en la hotelería, todo lo veía con un cierto ojo crítico, y todo lo cuestionaba, ya que quería estar seguro que aquello que aprendiera lo hiciera bien y que entendiera el porqué de cada cosa, así que mi pregunta mas frecuente y la que mas me identificó durante una larga temporada fue “por qué?”.

Aunque a muchos no les pareció así, fue una época fascinante, pues aprendí y entendí el verdadero sentido de la hotelería y aprendí a enamorarme de una industria por medio del conocimiento de la misma, pero no me daba cuenta de que me estaba ganando el apodo de “Renecio Contreras”, ya que mi constante cuestionamiento de las cosas y mi intensa actitud de ser convencido de todo lo que se me decía se estaba convirtiendo en algo digno de mucha paciencia por algunos con los que trabajaba.

Con el tiempo aprendí a celebrar mi nuevo apodo y la gente tuvo que aprender a convivir conmigo y a entender que estaba en mi naturaleza el cuestionarlo todo y no descansar hasta entender el porqué de cada cosa, mas tengo que admitir que con el tiempo me convertí en alguien hasta cierto punto amargo y hasta cierto punto hostil, ya que me gustaba eso de que las personas pasaran tiempo dándome explicaciones y convenciéndome de lo que tenía que aprender, de modo que en poco tiempo el nombre de “Renecio Contreras” se hizo famoso.

Como todos en la industria hotelera, mi interés era crecer y encontré una manera rápida de hacerlo, ya que verdaderamente me esforzaba por hacer las cosas bien y por aprender mucho, a pesar de que las personas me tuvieran que tolerar con mi carácter, hasta que me di cuenta que ciertas personas no estaban dispuestas a tolerarme y no querían batallar conmigo y eso me estaba empezando a cerrar ciertas puertas y ciertas oportunidades y eso en un principio me hizo enojar, todo el tiempo pensaba “si soy bueno, que me aguanten”, hasta que me di cuenta de lo terrible que estaba diciendo y de la pésima imagen que proyectaba y en ese momento no supe que hacer.

Ciertamente disfrutaba el ser duro y directo y me gustaba que tenía una facilidad para hacer ciertas cosas, pero de pronto estaba dándome cuenta que eso incomodaba a las personas a mi alrededor y en menos de lo que pensé, todo lo que yo consideraba que me hacía bueno, se había convertido no solo en algo malo, sino en algo incómodo, en cuestión de segundos el nombre de “Renecio Contreras” que yo disfrutaba se había vuelto algo repulsivo y que no quería volver a oír en toda mi vida!

Afortunadamente en ese momento, lejos de dejarme llevar por el drama de la situación, Dios escuchó mi oración y me envió a un Jefe muy duro que se encargó de sacar la parte necia de mi comportamiento y conservar la parte asertiva, de modo que en menos de lo que pensé el nombre de “Renecio Contreras” desapareció y surgió un nuevo nombre el que la gente respetaba y que incluso sonaba bastante bien, ese nombre era el de “René Giesemann”, es decir, el cambio provocado en mi, hizo surgir mi verdadera naturaleza y mis verdaderos atributos, en poco tiempo me hice de un nombre en la industria de la hotelería y un nombre que la gente respetaba.

Le puedo decir que muchas cosas cambiaron, pero no las importantes, sigo siendo inquisitivo y duro, a veces incluso un poco sarcástico, pero he aprendido el valor de las personas y a diario me esfuerzo por dejar algo bueno en cada persona, realmente me ocupa el pensar en quienes están a mi alrededor y el hacerlos crecer, y me he dado cuenta que eso me ha puesto en mejores lugares que antes, Dios se encargó de dejar los atributos que me distinguían, pero cambió el modo y tono en el que los aplicaba y cambio mi nombre y mi imagen por completo, la esencia quedó intacta.

En la Biblia, esto sucede recurrentemente y el mejor ejemplo que tenemos es el de Jacob, quien era según el significado de su nombre un engañador, y esto era a causa de su desesperada hambre por ser bendecido, es decir la intención detrás de cada uno de sus actos y de cada uno de sus engaños era auténtico, pero eso incomodaba a quienes convivían con el y a Dios mismo estoy seguro, hasta que llegó al punto en el que sus engaños ya no le podían llevar mas lejos, ya que se había jugado la relación con su Padre y con su hermano, y aún habiendo recibido la bendición del Patriarca, esta de nada le servía a causa de su nombre.

Después de esto sale huyendo y se encuentra cara a cara con el Reino de los Cielos en Betel y se da cuenta de cada cosa que hay que cambiar en el, pero como no sabe cómo hacerlo sigue su camino a casa de Labán quien se encarga de pulir sus cualidades y de desechar la parte áspera de su carácter (aún sin conocer la intención de Dios), hasta que Jacob está listo y decide regresar a su casa, pero en el camino y en el mismo lugar donde estuvo unos años antes, se encuentra de nuevo con Dios y se da cuenta de la oportunidad que tiene y lejos de hacer como antes hacía para recibir bendición, decide entrar en una lucha cara a cara con el Dios de los Cielos hasta que este decide preguntarle su nombre y cuando éste le dice que es Jacob, Dios se da cuenta que su nombre ya no tiene relación con lo que hay en su corazón y le cambia el nombre por uno que sigue sobre la nación que fue fundada a raíz de éste hombre hasta los días de hoy.

Es por eso que es tan importante que no seamos nosotros quienes hagamos juicio de lo bueno y lo malo en nosotros, pues lo mas probable es que Dios solo necesite pulir las cosas buenas y desechar algunas características de nuestro carácter, para que nuestro nombre pueda ser cambiado y establecido, para que nuestro nombre nos represente y nos distinga.

Esta mañana le quiero invitar a que reflexione en ello, a que piense en la oportunidad que está delante de usted de hacerse de un nombre que esté respaldado por Dios y que hable de lo que hay en su corazón, donde sus atributos sean destacados y aquello que le estorba sea desechado, atrévase a pedirle a Dios un cambio de nombre.

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