Las personas pasan gran tiempo de sus vidas anhelando y pidiendo bendición, y quiero pensar que lo llegan a hacer al grado que cuando la reciben, ya no la reconocen, pues en ocasiones están tan acostumbradas a pedir y a no recibir que cuando sucede, no saben que hacer con ella, obvio, esto no tiene que ser, pero le puedo decir que me ha sucedido y he visto a muchas personas pasar por este tipo de situaciones.

Mi pregunta es, cómo llegamos a eso?, en que momento nos acostumbramos a pedir sin recibir?, cómo es que lo permitimos?

El problema como siempre radica en el hecho de que normalmente nuestra relación con Dios gira alrededor de nosotros, nuestras necesidades y nuestros anhelos, y aún cuando decimos dejar las cosas en “manos de Dios”, en realidad estamos esperando que haga aquello que le pedimos sin importar que su voluntad pudiera ser distinta y que lo que espera de nosotros tenga un fin y un propósito.

La verdad es que todo lo que Dios hace en nuestras vidas tiene un propósito, pero sabe, ese propósito no es algo que sea “bueno” y “nos convenga” aunque no lo entendamos, por el contrario, el propósito de lo que Dios hace y puede hacer en nosotros, va directamente ligado a el establecimiento de su Reino, es decir, nos bendice y nos fructifica no para agradarnos, sino para cumplir con aquello para lo que fuimos diseñados.

Muchas personas tienen la creencia de que el ser Hijos de Dios les llena de beneficios, y esto es cierto en parte, no porque Dios condicione sus beneficios, sino porque Dios mas allá de solo complacernos y agradarnos pretende hacernos herederos y antes de ponerlo todo en sus manos, pretende que su sello quede plasmado en lo que hace por nosotros y a través de nosotros y es ahí donde se pone interesante la cosa.

He visto con gran frecuencia y con mayor asombro a muchas personas hacer gala de una falsa modestia y humildad al decir que nada de lo que tienen y son es suyo, sino que todo lo deben a Dios, sin embargo no tienen reparo en desperdiciarlo o descuidarlo, no entienden que aún en lo que tienen y en el estilo de vida que llevan se refleja su relación con Dios entendiendo que lo físico tipifica lo espiritual.

Aunado a esto, las personas hablan de un genuino deseo de servir a Dios, pero limitan este “servicio” a las iglesias y a las obras de misericordia y caridad, cuando nuestras oportunidades de servir son mucho mas extensas y variadas que eso.

La cita de hoy es el comienzo de una parábola muy conocida a la que muchos llaman la “parábola de los talentos”, en la cual un amo da una serie de talentos (bienes) a tres de sus siervos con la intención de que cuiden de ellos en su ausencia, y a cada uno da de acuerdo a su capacidad y quiero entender que de acuerdo a su corazón, lo que sucede ya lo sabemos, al siervo al que mas talentos le dio, los invirtió y los multiplicó y al que menos le dio los enterró y esperó a que viniera el amo.

Cuando entendemos que Dios es el amo del universo y que todo le pertenece, nos damos cuenta que aún las cosas pequeñas, simples y cotidianas de nuestra vida le pertenecen y que se place en ponerlas a nuestra disposición y a partir de ese momento tenemos la opción de actuar como el primer o el tercer siervo, es decir, si tomamos eso que nos ha sido dado y lo multiplicamos o si simplemente lo escondemos en espera de que Dios venga.

Cuando hablamos de multiplicar un bien, un talento o un don, siempre nos queda la incógnita de cómo hacerlo, ya que cualquiera de nosotros quisiéramos que Dios pusiera en nuestras manos un millón de dólares y el conocimiento de como multiplicarlo, o bien el talento de atraer a la gente o simplemente uno de los dones de los que habla la Biblia, pero sabe, esto en muchas ocasiones no sucede por una simple y sencilla razón, vemos lo que Dios nos da y lo tratamos como si fuera nuestro.

Si todo el tiempo tuviéramos en mente que lo que Dios pone a nuestro alcance es suyo y que antes de tocarlo siquiera nos detuviéramos a pensar como es que Dios se glorifica o luce por medio de eso que pone en nuestras manos y como nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestros talentos y dones combinados con aquello que Dios pone a nuestro alcance beneficia a quienes nos rodean, nuestras posibilidades serían ilimitadas, todo por tener la consciencia de los siervos de la parábola, por entender que lo que tienen no es suyo y que el amo regresará a pedirles cuentas.

Es por tanto que Dios nos recuerda todo el tiempo de la importancia del establecimiento de su Reino, porque ese Reino tiene un Rey al que rendimos tributo y rendimos cuentas sobre aquello que le pertenece, incluyéndonos nosotros, el día que caminemos con esa consciencia, el Reino entero será puesto en nuestras manos, ya que el Rey confía en nosotros como buenos, fieles y diligentes hijos y representantes suyos que harán crecer y extenderán su Reino.

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Un comentario

  1. Melina Boglione

    Qué hermosas palabras, de mucha ediificación… Que bueno que el Señor tenga herramientas fieles…
    Libro recomendado que habla de nuestro propósito en la tierra es «Una Vida con Propósito» de Rick Warren…

    Bendiciones!!!