La culpa es el peor enemigo de nuestra fe, y creo en mi personal opinión que junto con el engaño, es una de las armas usadas mas frecuentemente por Satanás en nuestra contra.

No puedo dejar de observar que Satanás es nombrado padre de mentira en la Biblia, es decir, todo el tiempo se encarga de mentirnos y se encarga de manipular la palabra de Dios (aún cuando no la conozcamos) y usarla en nuestra contra.

Ejemplos tan básicos y tan conocidos como la manera en la que engañó a Adán y a Eva en el paraíso, usando las mismas palabras de Dios pero con distinto sentido, para provocar que comieran del árbol o bien la manera en la que uso lo escrito en la palabra de Dios para tentar a Jesús en el desierto, obviamente la diferencia entre el primer Adán y el segundo (Jesús es conocido como el segundo Adán, pero eso es tema para otro devocional), es que el segundo dominaba la palabra de Dios y conocía las artimañas de su enemigo.

Es por eso que cuando por algún motivo o circunstancia pecamos, lo primero que hacemos cuando nos damos cuenta, nos llenamos de culpa y nos retraemos y solemos adoptar la actitud de no ser merecedores de acercarnos a Dios y recibir su favor, le suena conocido?

En los tiempos de la ley, era justo de esta manera, aquel que desobedecía la ley, o bien estaba en pecado, se llenaba de lepra, la lepra era la manifestación física del pecado, y aquel que era portador de lepra, era echado del pueblo y vivía en los alrededores para no contaminar al pueblo con la consecuencia de su pecado.

Si lo trasladamos al presente, esto tiene sentido, hay personas que pecan deliberadamente, o simplemente toman actitudes contrarias a la voluntad de Dios y en su afán de no sentirse culpables y de justificarse, empiezan a promover su actitud entre quienes les rodean, haciéndoles pensar que eso que hacen les hace verse bien ó “cool” ó les pone de moda, en el pasado, aquel que estaba en pecado podría contaminar a otros con la lepra y propagarla entre los que le eran cercanos.

El leproso perdía todo tipo de derechos al ser portador de la evidencia de pecado, por tanto tenía que sobrevivir por sus propios medios en las afueras de los pueblos y era solo cuando era limpio de lepra que podría regresar a su casa y habitar entre los suyos, el detalle era que muchos vivían tan agobiados por la culpa y la vergüenza de la lepra que su actitud no les permitía dejar su pecado atrás y morían a consecuencia de ello.

Entiendo que la única manera de deshacerse de la lepra era por medio del sometimiento a la ley y el arrepentimiento de pecado, no sin obviamente haber presentado sus ofrendas  una vez que era limpiado.

Por otro lado, los Judíos usan un manto llamado Talit, que es conocido por todos por tener una líneas azules (púrpuras) y doradas y tener ciertos elementos esenciales, este manto o talit es representación de la ley de Dios, tiene si no me equivoco (no recuerdo el número exacto) 618 filacterias llamadas tzitzit o en lenguaje común barbas, cada una de ellas representando uno de los mandamientos de la ley, por tanto aquel que se cubre con un manto o un talit lo hace como símbolo de obediencia a Dios, y con el conocimiento y la disposición a cumplir cada uno de sus mandamientos, por tanto portar un manto o un talit es cosa seria, de hecho existe una oración especial antes de portarlo, para tener consciencia del acto por suceder.

Jesús sabía esto, ya que fue criado como Judío y llegó a ser ordenado como rabino y caminaba día a día portando su talit en señal a su consciencia de la ley, la voluntad de Dios y su obediencia a ella.

Fue precisamente por eso, que cuando la mujer del flujo de sangre vio a Jesús, anheló tocar el borde de su manto, es decir, tenía consciencia de que la enfermedad que le gobernaba era consecuencia de su pecado y que tenía  la necesidad de ponerse en contacto con la palabra de Dios y en obediencia a ella para poder ser sanada, solo que al estar enferma y específicamente de flujo de sangre, no se le permitía el caminar entre las personas, el flujo de sangre la hacía inmunda, por eso su desesperación de cometer un acto físico que tuviera repercusión en los cielos y le librara de su enfermedad y de su pecado por el simple sometimiento a la voluntad de Dios y la disposición a obedecer.

Una vez sucedido esto, se corrió la voz y muchos hacían lo que la mujer del flujo de sangre, y no era que el manto de la noche a la mañana se convirtiera en algo milagroso, ni que Jesús hubiera adquirido un nuevo don, simplemente su consciencia de pecado y su consciencia de la palabra de Dios y la voluntad de dejar de ser gobernado por uno para ser gobernado por la segunda, transformaba sus vidas.

Si lo ve con detenimiento, el principio es el mismo, ya fuera un leproso que era echado del pueblo o un enfermo que tocaba el manto, ambos tenían que reconocer su pecado y permitir ser gobernados por la palabra de Dios y así su vida empezaba a ser de nuevo esa vida que Dios planeó para todos nosotros.

Hoy en día, existe una gran apatía hacia la palabra de Dios, pero todos o la gran mayoría de las personas corren a donde escuchan que se manifiestan milagros y pretenden ser objeto de alguno de ellos, sin saber en realidad de donde viene su mal y que en la palabra está la solución a cada uno de sus problemas.

Con esto le quiero decir lo siguiente, tanto la mujer del flujo de sangre, como los hombres y mujeres mencionados en la cita de hoy, tuvieron que cambiar su manera de vivir y su manera de tener una relación con Dios, ya que cambiaron de gobierno, dejaron de ser gobernados por su enfermedad o bien la consecuencia de su pecado, para pasar a ser gobernados por la obediencia a la palabra de Dios y sus promesas.

La única diferencia entre los tiempos de la ley y el tiempo de Jesús, es que éste ahora nos da la oportunidad de acercarnos, y hacer ese cambio inmediato de gobierno, no nos rechaza y no nos juzga a causa de nuestro pecado, sino que nos da la garantía del perdón de nuestros pecados a causa de su sangre, la cual esta anunciada desde el antiguo testamento para perdón de los pecados, mas el principio es el mismo, es el sometimiento a Dios y a su voluntad la que nos hará libres y nos llevará a una vida gloriosa.

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